Miedo, angustia y conducta

Miedo, angustia y conducta

Tendría yo unos cuatro años, cuando al entrar en casa me encontré con un grupo de mujeres de pie situadas alrededor de la mesa grande de la cocina. No se dieron cuenta de mi presencia, tan entregadas estaban, observando lo que ocurría en el mismo centro de la estancia. Me hice paso entre aquellos cuerpos y observé que había una muchacha tendida boca arriba en la misma mesa de la cocina. Tenía la barriga a la vista y mi abuela Leocadia la estaba masajeando en la “boca del estómago”. Me llamó la atención su agitación, su respiración entrecortada y aquel gesto de pavor en su rostro.

Mucho años más tarde comprendí que lo que allí se estaba cocinando era algo muy particular. La joven, en cuestión, había sufrido un ataque de angustia y aquellas mujeres la estaban calmando, creando un círculo, una matriz a su alrededor. La estaban aliviando, tocándola de forma confiable, en ese lugar del cuerpo en donde el sobresalto se resguarda, en ocasiones

En tiempos me pregunté que hubo de haber sido lo que generó tanta angustia a aquella mujer. Más tarde comprendí que es del todo imposible saber acerca de la angustia del otro, ya que los otros, cada otro, están íntimamente concernidos por el enigma del sentido de su vida. Un enigma, un no saber sobre algo que se sabe que opera en cada cual, y que si bien en ocasiones conseguimos poner en palabras, en otras se nos diluye, dejándonos abierta el agujero de la boca del estómago, una y otra vez. Ese agujero metafórico en un cuerpo que se deja sentir y que nos advierte de un hueco a nivel del sentido de ser.

No se trata de miedo en tal caso, aunque éste puede ser una forma de referirnos a ello; uno de sus significantes, como pánico o ansiedad. Pero el miedo siempre tiene un objeto. Se tiene miedo a tal o cual cosa, pero no ocurre así con la angustia, cuyo objeto siempre se nos resiste. Desconocemos el porqué de nuestra angustia, aunque sabemos que tiene que ver con la experiencia vital de sentirnos en falta.

Precisamente dicha experiencia de incompletud nos hace buscadores, sujetos deseantes y creadores de la vida que vamos construyendo, a partir de encuentros, decisiones, etc.  Una vida que reconocemos como propia y a la que aludimos echando mano del relato de nuestra biografía y, en definitiva, refiriéndonos a ella mediante el uso del lenguaje. Una vida, pues, construida con palabras; palabras de las que disponemos para nombrar incluso el propio silencio, el desconcierto o el éxtasis. Palabras que vamos incorporando a nuestro decir para podernos decir, poderlo decir y poder recordarlo. Así, irnos identificando al relato y desde ahí irnos reconociendo, como si las palabras, al pensarlas o decirlas, tuvieran un efecto especular identificatorio y nos reflejaran quienes somos.

Diremos que la angustia emerge, cuando lo que sabemos de nosotros no resiste el envite de alguna experiencia inédita y nuestro relato queda rasgado e incompleto, con lagunas desde cuyos intersticios se filtra esa experiencia que Claudio . Naranjo llamara “oscurecimiento óntico” y que Jacques Lacan  refiriera como vivencia de “falta en ser”

Volviendo a la escena en la cocina de mi casa, podemos señalar que el cuerpo de aquella mujer se agitaba al no poder destilar en palabras alguna experiencia propia que la invadía. Su cuerpo era vehículo de un vigor sin freno y un decir mudo, con un apenas suplicante “no, no, no!!!” angustiado, que invitaba a suponer que había un otro destinatario. ¿No, a qué y a quién? A lo que emerge como amenaza invadiendo el campo mental. Una amenaza que acecha desde afuera y ante cuya presencia cabría plantarse e inquirir ¿por qué a mí? Un cuestionar al otro sobre sus caprichos, exigencias y, en el fondo mismo, sobre su vacío y deseo. ¿Qué quieres que sea para ti? El espanto en su rostro hacía pensar que en ella se dirimía la experiencia de una omisión, de una respuesta que no acababa de darse para así poder frenar, al menos momentáneamente, el efecto succionante de la pregunta.

Siempre nos hemos hecho preguntas y siempre nos hemos inquietado ante el vacío de respuesta o ante la amenaza de destino. Pero cabe pensar que nuestra sociedad tecnificada y de ritmo rápido, es terreno propicio para el surgimiento de la angustia, ya que ésta resurge cercana a la incertidumbre y la transitoriedad. La existencia de un futuro desdibujado, sin demasiado norte y con pocas garantías es terreno propicio para “el único sentimiento que no engaña”, tal y como lo definió Lacan en su Seminario X.

Esta modernidad líquida, como lúcidamente lo ilustra Zygmunt Bauman, nos sitúa en un escenario sin certezas, volátil y transitorio, en el que el “no future” de los Sex Pistols se impone como punto de certeza, ante un mañana que se mira de refilón y, en ocasiones, ni se espera. “Vive la vida, exprímela!!!”,  se postula como lema de actualidad, como mandato a “disfrutar de la vida”, no tanto desde una posición dionisíaca de apertura al placer, sino desde un olvido del ser y su deriva hacia el tener más que, más rápido que , más veces que…Hacia el sinsentido del vivir agitados, obedientes al mandato del plus de gozar, como si en ello estuviera la quintaesencia del vivir.

Muchos jóvenes que hablan a través de sus conductas disociales, se hallan en la encrucijada de tener que crearse un destino, pero con la rémora de no disponer de  un GPS interno que les oriente, unas marcas cardinales que les guíen, ya que crear una dirección en la vida requiere del encuentro con un otro presente y real, que haga las veces de sostén confiable y ejemplo, un otro que desde sus limitaciones pueda orientar al joven en la dirección de un destino que está por crear y en el cual puede aspirar a tener parte activa. Un Otro que suscite en el joven el gusto por la pregunta y, en definitiva, a cuestionarse  acerca de su deseo para sí ponerlo a caminar. Sin estas experiencias de lazo que estimulen el relato y la palabra, el sujeto está más expuesto a lo que mi abuela Leocadia denominaba “izen gabeko penia”(la pena sin nombre); es decir: angustia.

Miedo, angustia y conducta

Un individuo con objetivos pero sin valores es un individuo desorientado

AutoraMaite Ayerra Mitxelena (Psicóloga y Grupoanalista)

             http://www.psicoterapiagrupal.com/

 

Desde pequeños estamos educados para conseguir objetivos, que en un futuro depende para quien más cercano o lejano…, pero futuro, nos proporcionara un estado de bienestar.

caminante-no-hay-camino

…el camino se hace al andar…

Frases de la vida cotidiana de todos nosotros están plagadas de afirmaciones de este tipo: estudia y tendrás un buen trabajo, esfuérzate y conseguirás escalar en lo profesional, encuentra una pareja, forma una familia, etc. ¿Y quién te lo asegura? Nadie, las cosas vitales no se pueden asegurar.

Igual que en las cosas que compramos, queremos pensar que el seguro que tenemos, lo cubrirá todo y nos olvidamos de la letra pequeña. La letra pequeña, en los objetivos vitales también hay letra pequeña y por lo tanto también hay un margen de riesgo.

Ese camino costoso hacia nuestros objetivos, no está asegurado y ponemos toda nuestra energía en ello, abandonando el presente, el aquí y ahora a un horizonte de futuro incierto.

Los objetivos son necesarios, como guía, como GPS, pero igual que estos últimos se confunden de dirección y dan la vuelta, o encuentran otra ruta alternativa, nosotros también debemos cuestionar nuestros objetivos. Nuestros objetivos son nuestro mapa de ruta, una orientación que dota un sentido a nuestra existencia. Sin embargo nuestra existencia se está dilucidando en el directo, en el presente y el ahora que cada nuevo día nos ofrece.

Los objetivos nos guían los valores nos orientan, nos orientan a disfrutar del camino, a apreciar los pequeños pasos, estar receptivo a lo que sucede, a abrir la puerta a lo improvisado, a lo inesperado, lo que se encuentra mientras busca algo diferente.

Un camino construido con objetivos pero sin valores es un camino estéril, es un sin vivir para vivir mañana, es un sembrar para no poder disfrutar de lo que se recoge. Cuántas vidas llenas de logros son para sus protagonistas un mar de tempestad y de angustia, en la que no disfrutan de lo que hacen, imponiéndose una exigencia externa que no les tiene en cuenta.

Son protagonistas de una película, en la que lo importante es la película, olvidándose de ellos mismos. Buscando compensar en el reconocimiento externo, una vida que pierde sentido, porque la voz de su protagonista, está constreñida por un guión, en el que no cabe sentir, pensar o conducirse de forma diferente y disfrutar de lo que va aconteciendo fuera de lo previsto.

 

La otra cara de la moneda

Autora: Ane Gezuraga Gabiola (Psicóloga, psicoterapeuta gestaltica y sexóloga)

Integrando Polaridades

 

<< Lo más difícil es convertirse en persona ,

ya que para ello hay que transformarse primero en monstruo>>. C.Rogers.

La sociedad y las Creencias:Un par de notas introductorias

 

Nacemos, vivimos y morimos, y todo lo hacemos desde el ser animal. Animal que somos, que debemos aceptar ser. Homo Sapiens Sapiens, subespecie del Homo Sapiens, pero en moderno.

Hay quienes creen que son un ser superior, y superior a qué, me pregunto. Tal y como lo veo, no dejamos de ser los sucesores de otra raza anterior, y otra anterior. Cuadrúpedos algunos, homínidos otros; seres compuestos por células, órganos… materia. Somos el resultado de aquellos primates hominoideos que consiguieron sustentar unas bases biológicas en las que se ha desarrollado nuestra especie.

¿Seres superiores a qué? ¿A un mono? Diría que más altos, esbeltos y pragmáticos. Y aun así, seguimos siendo animales.

Lecciones paleo-antropológicas aparte, intentaré ceñirme a lo que intento expresar como derivado de las palabras de Rogers.

La amabilidad, afectividad, altruismo, armonía, asertividad, audacia, caridad, coraje… y un largo de etcéteras pueden ser los valores añadidos al ser humano; no lo dudo. En el mejor de los casos, hay quienes trabajan con la idea de que tales valores formen parte importante de sus vidas. Éstos, los mencionados o los que están por mencionar, son característica de la corriente judeocristiana que, en tanto satanizaban otras expresiones no tan veneradas, honraban todas aquellas adscritas a la Divinidad.

La influencia y el poder que el pueblo otorgaba a las Instituciones Eclesiásticas, haciendo de éstas y, de la religión en general (Die Religio … Sie ist das Opium des Volkes) El Opio del Pueblo, constituía un sistema rígido de valores que la ciudadanía debería adoptar para ser un buen siervo de Dios y así, optar al paraíso celestial, donde serían recompensados por sus buenas obras.

Partiendo pues de dicho introyecto instaurado en el ser humano, se halla ahí la contradicción y la crisis. La lucha alaba la adquisición de los valores religiosos y, mientras, las características excluidas pasan a un plano reprimido e inidentificado. ¿Qué ocurre entonces, con todas esas personas que, a merced de la inquisición de la buena fe, deben luchar contra sus demonios? Esos demonios que no son más que los polos opuestos de las cualidades bendecidas. La otra cara de la moneda, como bien decimos. Hablemos sobre esas contradicciones, sobre las polaridades, pues.

 

¿A qué nos referimos cuando hablamos de Polaridades?

 

POLO.- Palabra de origen latino, polus y ésta, a su vez, del griego πολοs, que ambas significan extremo (En latín fue poco a poco significando el norte y, de ahí, señaló el eje del mundo con sus dos extremos).

Contrario no es igual a contradictorio. Los contrarios pueden oponerse, pero hay gradación entre ellos. Dicho sea pues, de un contenido opuesto pero aunable. Con todo esto, balbucea en mi mente otra frase, hilada a la afirmación de Rogers y basada en la realidad de las polaridades:

<< Sobrevendrán otras contradicciones, son la materia misma de la vida, pero, cada vez, en lugar de dejarse hundir y desequilibrar por los polos contrarios del huracán, habrá que ahondar para comprender, alcanzar la Realidad más allá de los velos que la disfrazan y, con la Unidad, recobrar la paz>>. K.Mourad.

Todos los Seres Humanos somos entes polares, extremos que conviven en una existencia mutua y conjunta. La homeostasis del Ser.

Cuando dichos opuestos no se encuentran en equilibrio, la existencia no es saludable, ya que se opone a las reglas del equilibrio. Cuando hay equilibrio, hay paz, hay comprensión, hay experimentación y vivencia; hay aceptación. El monstruo puede vivir con el humano en una convivencia respetuosa. Pero para ello, debemos conocer las dos caras de la misma moneda, porque eso es lo que son la humanidad y la monstruosidad. Compañeras de viaje, más amadas u odiadas pero imprescindibles para el bienestar y la salud del individuo. ¿Si no, cómo saber que es la felicidad sin haber vivido la tristeza? ¿Y la saciedad o el hambre?¿Y el temor o la valentía? Son dos mitades del mismo cuerpo, indivisibles, dualidades enraizadas en el mismo origen.

 

Trabajando las polaridades desde la Psicoterapia Gestalt

 

Cuando el paciente polariza, va creando un “yo idealizado”, y a la vez un “yo negado”. Mantener esta negación implica un gran esfuerzo organísmico, tensión interna, desestabilizando la homeostasis organísmica. Las formas de trabajar las polaridades desde la Terapia Gestalt son muy variadas:

El trabajo con los sueños, el diálogo con la parte negada de nosotros mismos, el psicodrama y la dramatización, el contacto y diálogo con el Terapeuta, a través de las variantes de las “sillas calientes o vacías“… Con la terapia individual y el darse cuenta (awareness) orientado hacia la consciencia de las Polaridades.

El trabajo en terapia se da en el contacto, que es la aceptación de las diferencias; la integración, porque, si no existe uno de los polos que forman parte de alguno de los binomios de la personalidad, no se es un ser completo.

Neurosis y fenomenología

INTRODUCCIÓN

PSIKE-Kepa Torrealdea

PSIKE-Kepa Torrealdea

En este artículo quiero plantear algunas cuestiones sobre el hecho neurótico, desde un punto de vista más fenomenológico que academicista. Trataré de plasmar algunas reflexiones y aprendizajes que he ido incorporando, como paciente primero y como paciente y psicoterapeuta después; aún ahora.

El origen del término se encuentra a finales del siglo XVIII y se le atribuye al médico escoces William Cullen quien consideraba la neurosis  como un trastorno general del sistema nervioso que no concurriera con lesiones orgánicas demostrables. Sin embargo, fue Sigmund Freud quien afínales del 1800 introdujo el concepto de psiconeurosis, al albor de sus trabajos sobre la histeria y las obsesiones. En adelante elaboró una clasificación de sumo interés (neurosis de angustia, fóbicas, histéricas, depresiva, etc), que hoy está en desuso, a no ser en ámbito psicoanalítico propiamente.

Dentro del apartado de los trastornos mentales, la neurosis como patología estructural dejó de tener su sitio en los manuales de psiquiatría a partir de la publicación del DSM-IV. En adelante, se hizo una apuesta clara por un ordenamiento categórico y ateórico de los trastornos mentales, bajo la principal guía de los síntomas, signos y síndromes.

Decíamos que  este concepto goza de buena salud en el ámbito psicoanalítico y, por extensión diré que también entre quienes somos conocedores del aporte freudiano y hemos recibido formación suficientemente afín. Y cómo no!!…es de uso coloquial en situaciones sociales corrientes como sinónimo de estrés o alteración nerviosa, etc. Pero con todo ello ¿qué es la neurosis?

 

NEUROSIS: Una definición

En primera instancia, la neurosis es un cajón de sastre en el que entran diversas formas de vivir doliéndose. Tenemos al tiquis-mikis, que sufre por no poder consumar su deseo de perfección, siempre y en cada momento; está el receloso que ve el recodo del camino allá donde solo hay una amplia avenida, el melancólico que solo escucha canciones que mal-acaban, el narcisista que siempre pasa cerca de la tienda de espejos, a pesar de que es el camino más largo para llegar a casa, el distante solitario que dejó de hablar-te y comenzó a susurrar en silencio… y otras tantas formas de adaptación al entorno.

Todas y cada una de estas maneras y otras, con sus muchos matices  de estar conviviendo con uno y con los demás, son el resultado de la biografía ecológica (orgánica, cognitiva, emocional, social…), en la que cada cual participa desde el momento en que es imaginado y más tarde concebido, hasta ese otro en el que muere. Diremos pues, que los ejemplos caricaturizados son formas adaptativas al medio y se caracterizan por patrones discursivos y emocionales cristalizados, ajenos a la consciencia del sujeto

Son simplemente, formas de estar en el mundo, formas surgidas en el devenir evolutivo echando mano de lo que se tuvo a mano. Pero no sólo son conductas; también son forma de pensar (distorsión cognitiva), sentir (sentimiento dominante) y relacionarse (pautas de interaccion). Es aquello con lo que me identifico, aquello que soy para mi y aquello que creo ofrecer a los demás.

Clínica Gestáltica: Metáforas del Viaje. Albert Rams

Clínica Gestáltica: Metáforas del Viaje. Albert Rams

No obstante, uno no se convierte en neurótico por pertenecer a una tribu psicopatológica (Albert Rams. “Clínica Gestaltica”. Ed: La Llave) u otra. Dichas tribus o tipologías, son meramente los trajes de individuo que unos y otras hemos ido calzándonos, habida cuenta de las circunstancias que hemos ido viviendo, en tanto hacíamos para ser vistos.

El hecho neurótico acontece de forma visible y dolorosa cuando el personaje que vestimos hace aguas. Me explico: cuando estresores internos (enfermedad, p.e) y/o externos (perdida de un ser querido, pérdida de empleo, soledad no deseada, p.e), imprimen excesivo peso de tensión, preocupación, desconcierto, miedo, etc, en el psiquismo de un sujeto, en relación a su nivel de tolerancia a tales aspectos; aquel estará en riesgo de caer en una crisis emocional. Es aquí y ahora cuando el sufrimiento emocional aparece, pudiendo así hallarnos ante una crisis neurótica.

 

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS

Como primer principio diré que la neurosis es un proceso de inoculación o aprendizaje por ósmosis vincular. Como tal, supone constancia, dedicación y mantenimiento. Uno acaba siendo neurótico de una forma bastante exitosa al cumplir la programación pa/materno-filial que se le ha aplicado, a través de la palabra, del grito, el gesto o el silencio. La constancia en el reproche, la repetición en la desaprobación, la exigencia o la infravaloración en la mirada, la frialdad en el beso, la moralina sobre el “cómo debes de ser” y otras tantas formas de ¿educar?.

Ingerimos, sin llegar a masticar ni metabolizar, la neurosis de nuestros pa/madres y así somos educados a través de los “debes”, prudencias miedosas, exigencias desmedidas, ausencias dolorosas y demás modalidades de sombra de nuestras primeras figuras de apego.

En segundo lugar, la neurosis es una forma de estar en la vida, una solución de continuidad, para no continuar solo/as (o eso pensamos). Ser alguien, supone ser alguien para ese Otro, bajo cuya mirada crecemos y somos, buscando tras cada paso el gesto de aprobación o el asentimiento que nos reporte un soplo de alivio sutil. Siendo para el Otro, aprendemos a sentir, pensar y relacionarnos, con el propósito de ser querido por el o por ella. Ser para ese Otro, supone consumar un proceso de introyección de aspectos identificatorios o contraidentificatorios, en gran medida inconsciente, de patrones de conducta, nociones de bien y de mal, expectativas de vida y ¿elección? de nuestro destino, etc. En definitiva, desarrollar un guión de vida acorde a un legado ma/parental.

En tercer lugar, la neurosis es un cinturón de castidad, un corsé que nos penetra. Es ponernos los cuernos, es darnos la espalda. Ser para alguien, para dejar de ser para sí y en el fondo y más allá de las interferencias propias de cada sombra, también para ese Otro. La neurosis supone sufrir, porque limitamos nuestra potencialidad de Ser.

Supone haber sido educado, para tener un lugar en el sistema. Elegir un lugar que de haber podido elegir, nunca hubiéramos elegido. Es lo aprendido que se vuelve caduco. Es el programa fijo que aplicamos si o si, a las diferentes situaciones del día a día. Es la parte robotizada y automatizada, rígida por lo inflexible, con el que nos identificamos, diciéndonos “yo soy así, yo pienso así, yo siento así, yo me relaciono así…”.

Es importante aprender a Ser, aunque sea mejor descubrir quien somos, o mejor aún, como vamos siendo en tanto vamos ocurriendo.

Todo esto no choca con lo necesario de contar con datos administrativos (nombre, apellido, lugar de residencia, profesión, aficiones, etc.) a través de los cuales proyectar un rol y tener un punto de auto-reconocimiento con nuestra imagen, ante si y ante los demás. Pero cuidado en confundir “el corta y pega” de nuestro rol-imagen, con “eso otro” que somos (estamos siendo) y ante lo cual solo podemos aproximarnos retrotrayendo la mirada hacia dentro y hacia fuera, de forma pendular y atenta, en aras a ir asentándonos en el borde del ir-y-venir, para ir aprendiendo a mirar desde ahí,…que siempre será un aquí.

Estábamos pues en que lo aprendido cuando está revestido de automatismo y de repetición en ausencia del ejecutante, te aleja de ti, me aleja de mi. Si se funciona así, se pierde contacto con el potencial y con la necesidad. Digamos, más bien, que actuamos sin habitarnos, percibiendo nuestra “hacer-sentir-pensar-relacionarnos” como nuestra naturaleza, cuando en realidad, solo es nuestra máscara.

La toma de conciencia de la falta, de la herida, abre la posibilidad de iniciar un trabajo de redescubrimiento, un viaje expedicionario, que de porfiar en él, apostando por recorrerlo, te permite llegar a recuperar el contacto con la planta de tus pies, a sentir el latido de tu pecho y degustar más espacio dentro de tu piel. Puedes llegar a ser más orgánico y así transitar por la experiencia de Ser de una forma más atrevida y amorosa y no experimentada antes. Sigues incompleto, pero no duele tanto. Sigues deseante y ello te anima a buscar y cuestionarte. Te mueves porque nunca llegas, pero “haces camino al andar”. Si a lo largo de ese trayecto aprendes a ser testigo y partícipe del viaje de tu vida, tendrás momentos de libertad, podrás comprender “algo” no “visto” hasta ese instante. Si practicas la experiencia del percatarte y te planteas el reto de ser más participe de ti, estarás cada vez más ante lo que surge ¡ya!, sutil, “por lo bajinis…”, “casi inaudible, invisible, imperceptible…”.

Afinarás el diapasón.  Sigues necesitado después de todo, pero puedes alcanzar cotas de bienestar de esa otra manera que solo se conoce cuando se llega. ¿Pero cómo iniciar el camino?

 

APOYANDO EL CAMBIO (para pacientes en terapia)

PSIKE y psicoterapia

PSIKE y psicoterapia

Diré que para iniciar el camino de revisión es necesario DESEAR.  Es necesario querer hacerlo y para querer hacerlo, es necesario mascar polvo, estar mal y querer sobreponerse. Uno se plantea iniciar una terapia para arribar en un lugar mejor, quizás lograr una nueva posición interna ante si y ante el mundo.

En definitiva, podemos empezar la terapia con un deseo interno de  acabar encontrando la fórmula para dejar de sufrir, sin comprender que un psicoterapeuta no es precisamente un anestesista, sino más bien alguien que te acompañará en el trayecto, tanto como tú le permitas que te acompañe (y no me refiero solo al tiempo cuantitativo) y junto con quien palparás estancias propias que han estado desconocidas, al haber vivido en la penumbra del miedo o la represión. En ese trayecto comprenderás muchos “porqués” tuyos.

Descubrirás las causas de tus habituales automatismos, tus redundantes diálogos internos, de tus spams molestos, de tus bajadas y subidas, de tus enganches habituales También aprenderás a convivir con el desconcierto y la aridez, a apreciar más lo pequeño, a ser curioso por la vida y las gentes. También aprenderás eso que yo no sé y tu llegaras a saber, porque eres TÛ quien recorre TÙ camino con el enfoque de TÙ mirar.

Si los humanos no tuviéramos capacidad de INSIGHT , la terapia carecería de objeto alguno, ya que en ella buscamos encontrar algo nuevo que aporte luz. Comprender es una de las finalidades de toda terapia. Comprender nos abre a la posibilidad de cambio. Comprender es un inestimable alimento en momentos-desierto, sin embargo, no es suficiente para asentar dicho cambio.

No basta solo con el darse cuenta. También hace falta sacar cuentas, asumir la tarea del cambio y generar mis propias respuestas ante “eso que he visto”. Alerta y responsabilidad. Los automatismos, funcionan con tenacidad y si desconectas (por apatía, por un modus vivendi agitado o por una actitud de huida ante el silencio, entre otras razones), te vuelven a revestir.

Aquí me atrevo a plantear una sugerencia de trabajo, siendo consciente de que no hay nada mejor que aquello que se ajuste a la cintura de cada cual. Por mi parte, entiendo que una forma de vérselas con el problema de la máscara neurótica, está en el propio problema. Me explico.

 

El hábito hace al monje.

Cabe pensar sobre esta cuestión de forma paradójica. El hábito-ropaje, viste al monje. En la misma medida, el hábito-ropaje penetra su significado en la desnuda piel, entrando a ser segunda piel, por hábito. Ósea: por repetición. Esta sería la primera parte de este camino: el repetir, hasta generar una segunda naturaleza o dicho con mas acierto: una sensación de familiaridad. Si me visto el habito, habitualmente ocurrirá. Georgio Nardote, proponía en una de sus conocidas estratagemas la siguiente prescripción: “si no tienes Fe, reza como si la tuvieras y la Fe llegara” (“El arte de la estratagema”. G. Nardote. Ed: Paidos).

Se trataría pues de la mirada. Vemos el mundo externo con las dioptrías propias de nuestro mundo interno y así, enfocamos aquello que sale de nuestros ojos. Aquí se trataría de que pudiéramos experimentar una mirada distinta. ¿Pero acaso así no estamos tratando de autoimponernos aquello que no nos surge de natural? ¿Se trataría de reír cuando estamos tristes o de llorar cuando estamos alegres? ¿Se trataría de creernos una mentira; de darnos la espalda (una vez más)? ¿Estamos hablando de adoctrinarnos? ¿Autosugestión quizás? ¿Psicología del YO?

No, no va por ahí. No hay sugestión, si hay conciencia del movimiento que se elige hacer. Y es aquí donde hago mención a la segunda parte de este camino que propongo: La elección consciente como respuesta.

Vamos a ilustrar el alcance y matiz de las ideas recogidas en este apartado, valiéndonos de un ejemplo médico habitual. Veamos:

…Un paciente aquejado de una posible psoriasis consulta al médico en busca de una solución a su problema. El médico le manda hacer analíticas concretas para detectar posibles intolerancias a alimentos. A la postre, los resultados señalan una reacción de intolerancia a los carbohidratos…”

Bien, tras los resultados positivos ofrecidos por el test, el paciente sabe cuál es el camino a seguir para reequilibrar la salud de su piel: una dieta adecuada. Ahora la pelota está en su tejado. El darse cuenta o insight – salvando las distancias con un insight de cuño propio-; ósea la evidencia de que el positivo dado pueda ser la clave de sus problemas dérmicos, le coloca en la tesitura de tener que sacar cuentas y generar sus propias respuestas (responsabilizarse).

En este caso y yo creo que en todos, la apuesta por la mejoría supone honestidad con uno mismo, capacidad de auto-perdón (porque tenemos derecho a caer) y constancia en la tarea. El entrenamiento se convertirá en natural si nos habituamos a él y somos autores del gesto. Si no lo olvidamos, si lo ensayamos, en tanto estamos presentes en el ensayar. Esto lo saben bien los maestros del taichi y/o de la meditación. Se trata de forjar una sabia autodisciplina consciente, que no una autoexigencia descalificadora. También se trata de mirada en esta cuestión.

Decía también Rudolf Nureyev: “…puedo disfrutar del arte del danzar, una vez domine la maquina de expresión ósea: mi cuerpo” (“El País” Nov-1998). Algo similar, aunque en otras palabras, se le atribuye al pintor malagueño Pablo Picasso. Dicen que una periodista le interpeló al respecto de su inspiración. Este, con la mirada clavada en su interlocutora zanjo: “la inspiración siempre me pilla trabajando” Claro que él disfrutaba con lo que hacia; aunque yo diría que “acaba gustando aquello que se hace propio “(“La sexualidad”. Michel Meignan. Ed: Sirio).

Elijamos el camino. Paradójicamente, muy a menudo, el mejor nunca es el más fácil. Exploremos en él y hagámoslo propio con presencia, porque la infelicidad también es un habito que ha tomado cuerpo de tanto haberlo repetido, generando en nosotros la falsa experiencia de que siempre ha estado ahí. También es un logro ser infeliz, ya que logro es aquello que se ha conseguido.

Consigamos lo contrario, por alerta-elección-integración-alerta. Quizás así, podamos experimentar sin esperar tanto del exterior.

Seres de la mirada

PSIKE-Seres de la mirada

PSIKE-Seres de la mirada

Somos seres nacidos de la mirada. Desde ese inicio en el que el ovulo acoge con cuidado al agotado espermatozoide y brota la alquimia, ella intuirá el surgimiento de algo nuevo en su seno ¿Cómo será?

El contacto de sus manos allí donde ella sabe que la vida crece, busca palpar la magia de alguna novedad reciente. Y al tocar acariciará, haciendo nido bajo su corazón. Para acoger.

En tanto acomode sus movimientos y silencie su cuerpo, se sumergirá y mirará con los ojos cerrados. Para saber más y más del nuevo visitante. El ansia de ponerle rostro irá creciendo y entre tanto su mente jugará con imágenes nacidas del deseo, de las sensaciones corporales o de su intuición.

Esa presencia que siente en ese mismo lugar donde el vacío hizo ausencia tantas veces, ahora le hace mirar pensativa y dibujar una sonrisa gozosa de calma.

Habla con su retoño ahora que el tiempo va siéndose más lenta; una lentitud muy femenina y de horizonte calmo. En ese tránsito cadente en el que sus palabras resuenan en el cuerpo como nunca antes, creando una vibración hecha de sonidos y silencio, de ritmo y quietud, que generará en el bebe la primera noción de alternancia; la primera noción de inicio y final, de presencia y ausencia.

El tiempo hará camino y a su paso ocurrirán cosas. El espacio de crecimiento irá ocupándose, manifestándose de un modo inequívoco. Sorprendida por lo que ve y, quizás, algo temerosa por lo que está por venir. Tal vez inquieta e ilusionada, en un ir y venir anímico en el que la incertidumbre asoma, pero la mirada sigue siendo el camino más certero si mama desea asomarse al encuentro con la imagen del rostro de su sueño creciente. En cada inmersión, ahí lo verá esperando, como luego siempre la esperará.

“¿Qué deseas Ada? Verlo, tal vez. Entre tantas otras cosas, pero, si, si,,,verlo y tenerlo pegadito a mi regazo, susurrándole en ese idioma inventado, mientras le acaricio la mejilla, absorta mientras miro y deseo que esté bien, que no sufra, que sonría a mama y que sea siempre así. Deseo tenerle fuera para ser dos, aún siendo uno. ¿Cuántas veces, querré tenerlo dentro cuando el vacío acucie?”

Y el tiempo ocurre en el calor del seno materno, en donde la pequeña crece acurrucada en sinfonía con mama y su vida. Una vida ilusionada, ahora que espera, pero también tejida de forma ineludible al vaivén de las emociones, las hormonas, los miedos o las dudas propias de los seres humanos. Es así que la pequeña va sintiendo los dolores o los agobios de mama, también. Es así como comienza a acercarse a la experiencia de la vida que le espera fuera.


El abrazo enloquecido del alumbramiento llegará precedido de sacudidas de dolor y rompimiento. La vida se abrirá camino, desgarrada y doliente, en el vórtice mismo de lo soportable, asomándose mama a la experiencia de perderlo todo. Y entre tanto, la pequeña iniciará su primer destierro. De forma ruda y desmedida, será expulsada desde su paraíso de ingravidez, hacia un afuera sin límites y con esa luz cegadora. Su mente será expuesta a una brutal experiencia de aniquilamiento, del que inexplicablemente saldrá victoriosa.

Tras el tránsito, …una vez afuera, a ese otro lado de la piel y de la mirada de mama, ambas intentan reposar en el cansancio de la intimidad, recién regresados de una experiencia trasformadora.

Los días posteriores pondrán a prueba el espíritu de la pequeña, que se enfrentará a un enemigo nuevo que desde adentro se lanza al asalto de su diminuto y vulnerable cuerpo. Será el hambre, quien la morderá en las entrañas. Lo que la desespera a no es la crueldad de la herida. Es su novedad. Lo repentino e inesperado de su presencia.

El mundo protegido de mama contrasta con este espacio sensitivo sin límites y un mal interno del que no sabe cómo defenderse y que comienza a ser vivido como otra amenaza de proporciones inmensas.

¿Cómo calmar esa angustia? Ay la leche…!!! …hará de la boca su primera zona de contacto con el mundo de afuera. El estómago lleno mitigará esa pesadilla que sale de dentro. ¿Dentro…fuera? Lo siente por todos los lados, como algo que arremete y la invade. Esa COSA… Ante ella, la boca y el contacto, el olor y… la calmarán.

Porque mamá la alimentará, cómo no! Será el antídoto para calmar la fiera interna. Pero también la tomará en brazos, la acariciarla, la acunará y alimentará su piel, para enseñarla a sentir sus contornos y procurar que vaya generando una paulatina sensación de si. Eso le aportará la experiencia de que existe en un cuerpo cuyos contornos podrá ir percibiendo en tanto más sean tocados desde fuera. Así irá diferenciándose del espacio circundante y ubicándose dentro del él como en un segundo hábitat. El primero, el seno materno, quedará sellada en algún lugar de su ser como la añoranza de un tiempo soñado…, tal vez.

Emoción y cambio psicológico

PSIKE-Kepa Torrealdea

PSIKE-Kepa Torrealdea

Algunas notas de contexto…

Tras el descubrimiento freudiano del inconsciente como lugar de lo reprimido y origen del hecho neurótico, hubo autores que avanzando en diferentes modos de acercarse a ese núcleo, abrieron vías que sin denostar el análisis y el uso de la asociación libre como método, dirigieron más decididamente su atención hacia el hecho corporal como lugar de exploración.

Entre ellos cabe mencionar a Wilheim Reich quien con su teoría de la coraza caracterológica se separó de la ortodoxia psicoanalítica de su tiempo, señalando lo corporal como lugar del inconsciente. El atrevimiento y la creatividad de este psicoanalista austríaco, creó el impulso necesario para que otros autores posteriores ahondaran en la idea de que el cuerpo lejos de ser una maquina biológica, también hacia las veces de receptáculo y guardián de la conflictiva psíquica.

Alexander Lowen con su modelo bioenergético de análisis y tratamiento del hecho psíquico y habiendo asimilado nociones clave de la eutonía de Gerda Alexander, fue otro de los psicoanalistas que continuo con la tarea de desarrollar modos de abordaje corporal.

Cabe hacer una mención particular al psicoanalista germano Fritz Perls, quien se erigió en el guru del movimiento humanista de los 60. Apeló a la necesidad de dar un cambio radical en el modo de hacer psicoterapia, en un contexto socio-cultural revolucionario lo que propicio una importante acogida de sus métodos. Lo corporal, el trabajo grupal, la confrontación como modo de trabajo, las sesiones rápidas, la comunidad terapéutica, el trabajo de polaridades, etc, formaron un pack trasgresor y gozosamente alternativo a la ortodoxia psicoanalítica, que en su seno ya venía experimentando, de tiempo atrás, la disidencia de algunos nombres propios, pero en ningún caso de un modo tan claro y manifiesto como el propiciado por Perls.

Son muchos los autores que han ejercido de adalides del desarrollo psicoanalítico hacía lo corporal, pero Reich, Lowen y Perls son quizás los que han tenido una presencia más mediática en este camino.

Siendo claras, en algunos aspectos, las diferencias entre estos autores, si me atrevo a señalar que los tres comparten la importancia de un hecho fundamental en el trabajo psicoterapéutico: el factor emocional.

Si bien la teoría psicoanalítica desde sus inicios había otorgado un lugar de privilegio al mundo de lo afectivo, la aparición de lo vivencial en la cura analítica no parecía fácil, visto el marco analítico (tumbarse en el diván para asociar libremente, de espaldas al analista, sin contacto visual ni corporal con él/ella). La irrupción de contenidos emocionales así, no parecía contar para algunos autores con un marco facilitador, dejando el peso de la cura en el análisis de lo emergente en la libre asociación, sin que lo emocional emergible pudiera fácilmente manifestarse en su verdadera dimensión y procurar profundidad.

Una replica interesante a esta reflexión proviene de quienes plantean que la manifestación brusca de las emociones lejos de ser terapéutico, esté más cerca del acting y, en definitiva, de la resistencia al encuentro más sutil y verdadero con aquello que la propia explosión emocional pueda oculta tras de si.

Se me ocurre pensar que la verdad pueda estar (una vez más) repartida; ósea: que quizás no sea bueno anclarse pertinazmente en la exploración de ideas, recuerdos, ocurrencias, sueños, etc, obviando el encuentro con el otro, su mirada y su contacto o pasando por alto el contacto con el propio ser. Pero tampoco creo que sea bueno, buscar permanentemente la catarsis, la explosión, el surgimiento del dolor como señas de limpieza de lo interno reprimido.¿Porque no una integración de lo más útil (y sutil) de cada propuesta?

¿El surgimiento de contenidos emocionales, en sesión, es prueba veraz de que se está tocado un territorio psíquico sensible? Vayamos por partes.

 

La cosa práctica…

A través del darse cuenta o insight, nos asomamos a la comprensión inédita de algo no visto antes, lo cual nos da opción de operar un cambio, un avance. Ese momento siempre va acompañada de emoción y de sorpresa. La emoción puede ser silenciosa y profunda, de alegría y expansiva, de sonrisa de destello y confort, contemplativa y relajante, y siempre es sorpresiva, incluso cuando es dolorosa y desgarradora. Puede darse de formas y modos diversos; no obstante, siempre es personal y subjetiva. Lo notas, lo tocas, lo sientes obvio y las palabras se quedan cortas si buscas explicarlo. ¿Si? Nadie te ha llevado a ese lugar de encuentro; has llegado tú, y en todo caso, has contado con compañía. Una compañía que no te ha quitado la autoría del logro, porque el/ella (el/la terapeuta) es consciente que solo sabe de sus alcances, que no de los tuyos.

Si bien decimos que el insight irá acompañado de emoción y sorpresa, también sostenemos que no siempre la emoción y la sorpresa van acompañadas de un insight o comprensión. Sabemos que la emoción es contagiosa; no tenemos más que entrar en una sala de meditación para sentir el silencio emocionado del lugar, o asistir a un funeral y empaparnos del dolor de los familiares afligidos, o zambullirnos en las gradas del campo de fútbol de nuestro equipo y fundirnos por los cánticos, gritos, sustos y alegrías, etc. Diremos que emocionarse es sano, bueno, barato y nos hace sentir que compartimos un lenguaje común: la energía de la emoción.

Bien; pero no confundamos la purga emocional con la autopercatación emocionada de algo novedoso. Cabe pensar que el insight nos ayuda en el camino de la individuación, en tanto la manifestación de la emoción debida a contagio compartido nos habla más de un fenómeno fusional, en ocasiones tan bien acogido por aquello de que nos hace sentir acompañados (que ni tan mal…)

Considero que en el camino del desarrollo personal e independientemente del modelo teórico de base, es importante prestar atención a algunos aspectos.

El descubrimiento es individual

PSIKE- Autoanálisis

PSIKE- Autoanálisis

El cambio entendido como movimiento propio desde un posición interna de si hacia otro posición distinta, tendrá sentido y sumará en el saber propio del sujeto, en tanto venga precedido por una suerte de apertura (“eureka!!!”) hacia lo nuevo. Entiendo que difícilmente se logrará ese klick por el influjo de recetas de autoayuda (p.e:“tienes que aprender a expresar lo que te preocupa), conmovedoras frases (“conócete a ti mismo…”) o arengas propias de los métodos motivacionales (p.e: ánimo que te queda poco!!!…).

No digo que ésto no sirva. Lo que digo es que de aplicarse, habrá que hacerse a conveniencia, que no a discreción. Como ayuda en tal o cual momento, por alguna razón de proceso, pero no como modo principal de intervención.

Tipología & Subjetividad

PSIKE-Eneagrama

PSIKE-Eneagrama

Las tipologías nos acercan al hecho de que el comportamiento de cada cual, su forma de entender las relaciones, de enamorarse, de sufrir o de buscar las vías de afrontamiento ante retos vitales, por ejemplo, tiene aspectos comunes con las de otras personas. Nos pone de relieve nuestras particularidades compartidas. Nuestro vertiente de sujeto social.

Modelos que abordan el estudio de las tipologías psicológicas, hay un montón. A mi el que más me ha cautivado es el eneagrama, por su versatilidad y potencia. Quien lo conozca, habrá podido comprobar en propias carnes lo bueno de éste método como vía de conocimiento y trasformación del caracter (o forma de sentir, pensar, relacionarme). En ocasiones desde un lugar lejano de auto-percatación hacia otro intermedio, en el que en tanto te das cuenta de tus dolores, vergüenzas, disimulos y autoengaños, cuentas con el sostén de compañeros y compañeras que han atravesado similares territorios, ante lo cual el dolor del descubrimiento es mitigado y compartido con alivio y sostén.

Es muy descansado sentirse acompañado (en un apartado anterior hablamos de fusión) en el tránsito, o similar a ese o aquella persona en mis dificultades. Produce alivio no saberse el único, sino uno/a más de los vanidosos, orgullosos, solitarios, envidiosos, cobardes, escapistas y demás pasiones tan humanas,etc. Pero la cosa no acaba ahí, en ese islote fraternal de lucha compartida. Al final no queda otra que vérselas con uno mismo, en ese lugar de abismo que recuerda al INICIO y al FINAL.

Insight & Sugestión

No es lo mismo darse cuenta, como experiencia holística, que pensar que me he dado cuenta. No es lo mismo llorar (léase aquí cualquier expresión emocional) por comprensión de algo que me emociona, que llorar por que me han dirigido a un lugar universalmente emocional, proponiéndome sutilmente que “…por ahí parece que hay un tema sin resolver…”.

No es lo mismo sentir un insight a que me digan que he tenido uno. No es lo mismo que yo interprete a que hagan una interpretaciónm.

PSIKE-Insight

PSIKE-Insight

El insight es integración emocionada nacida de mí. La sugestión te sitúa en un lugar ajeno a tu decisión, en el que no eliges lo que te ocurre.

Es bueno que el ámbito de la psicoterapia aglutine aportes alternativos. Es bueno que cualquiera de tales aportes, nos ayude a asumir la autoría de nuestra vida y su  trascurrir. Precisamente por ésto, conviene estar atentos/as de tantos terapeutas que, a sabiendas o sin saber,  se erigen en guías, gurús, brújulas de lo que te ocurre, por donde y como debes de transitar. Son los mismos que hacen escaparatismo de métodos trasformacionales en formato “cambio radical en poco tiempo y sin sufrir” -que no digo que haya que sufrir gratis, pero en fín…- (“oye me he enterado que fulanito hace un tipo de terapia que funciona  y cambias una pasada y…bla, bla, bla). Métodos con venta exitosa en tiempos de incertidumbre y necesidad de buena noticias, pero que a la postre tan sólo logran tenernos sugestionados, mirando cual es el siguiente curso para flipar (como quien va de compras), despistados/as y lejanos/as del sentido del AQUÍ Y AHORA de cada cual.

Para concluir diremos que la emoción es necesaria para el cambio psíquico, pero siempre que vaya unida al insight, lo demás será un ejercicio de comunión afectiva.

Sofrologia, hipnosia eta menpekotasunak

Gure izaeraren jatorria familian kokatzen da eta bertan ditu errotuak bere sustraiak. Gure nortasunaren sutabe nagusiak familian dira sortuak, eguneroko hartu-emanetan, esanetan, ixilunetan, eginetan, begiradetan… Bertan ezagutuko ditugu bizipen sakonak. Asko eta asko onak eta pozgarriak, baina baita latzak ere, beste batzuk. Bertan maitasuna zer den, baina baita honen gabezia zer den ere. Bertan norberenganado konfidantza eta sostengua, baina akaso mesfidantza eta aprezio eza. Hantxe ikas lezakegu arazoei aurre egiten tinto, gogor edo lasaitasunez edo baita arazoen aurrean iparra galtzen ere.

Umetan sortu berria dugun izaera horren lehenengo ukituak, gerora harremanetan definitzen, moldatzen joango zaizkigu. Egoera berrietara egokitzen, lagunartean, kalean, ikastetxean, lanean edo maiatasunean, besteak beste. Dena dela, bizitzak han edo hemen gertaera latzen aurrean jarriko gaitu eta, eraberean, gure egokitzapen ahalmenak porrot egiteko zorian ipini ere. Denok bizi izan ditugu, behin baino sarriago, esperientzia mingarriak, zitalak (inguru hurbileko norbaiten heziotza, banaketa bat edo zartada emozionalen bat, oroar), edo itxura batean ezer apartekorik gertatu barik ere, aurki gaitezke norabidea galduta edo bizitzari zentzu gehiegik topatu ezinik, bai?

Gizakiok horrelako bizipenak izan ohi ditugu, baina kontuak kontu, batzuetan egoera horien eragina hain eraman ezina egiten zaigu, non oreka psikologikoa gehiegitxo aldrebesten hasten zaigula eta ondoren baita sintomak psikologikoak kanporatzen ere. Ezinaren seinale. Nahi izan arren ezin lehengora bueltatu, jasan dugun kolpeak tokiz aldatu baigaitu.

Era askotakoak dira sintomak, baina gaur egunean izua edo ikara dira asko tratatzen ditugunak kontsultan. Esan beharra dago, ikara punttu batekin denok bizi garela, batzuetan ageriago edo bestetan izkutuako delarik. Baina ikararen esperientzia bortitza, inbasiboa ez da txantxetan hartzeko kontua, trantze horrek gure alarma guztiak gorriz jartzen baiditu.

Zeren ikara, orduan? Kasuan kasuko asterketa sakon bat egin beharra izaten da, zeren batak eta besteok ez ditugu bizi-esperientzietan ikara berdin sentitzen, ez eta ikara berdinak izaten. Honen harira, esan dezakegu preokupazioa dela beldurraen aurrekari izkutua. Baina zer dela eta preokupazio hutsetik edo preokupazioa sentipen soiletik jauzia egiten dugu izuaren bizipen gordinera? Gerora, aurreikusi ezkorrak proiektatzen ditugulako. Etorri beharrekoa txartzat jotzen dugulako eta ideia hori aldaezina egiten zaigulako nahi eta nahi ez. Paradogikoa da erabat, zeren geroa oraindik ez da, ez dago hemen, ez da gertatu; baina guk gure buruan irudikatu dugu beltzezko, ikarak berak ematen digun konbentzimenturen eskutik. Gerora, mesfidati, begira egotea da izuaren sorlekua, hain zuzen ere.

Bestalde, beldurraren ezaugarri nagusiena antsietatea dugu. Gorputzean sentitzen dugu eta modu desberdinetan adierazten digu bere presentzia, hau da: ezinegona, hanketako dardarea arnasa falta sentsasioa, tripetako mina, lo egin ezina, etabar luzea. Antsietateak gorputza hartzen du mintzaleku, gorputza ipintzen du kontu-kontari eta, noski, gorputzari belarria ipini behar izaten zaio bere ezanahia ulertze aldera.

Egoera estugarri horien harira, menpekotasuna ondorioa bihur liteke. Nerbiosismoak, ezinegonak berak eraman gaitzake bide horietatik, plazerra eta lasaitasuna ahalik eta askarren aurkitzeko beharrizanean. Gratifikazio askarraren bila, arintasunez jokatuz, sufrimentuzko gurpilean sartzen gara buru-belarri, plazerrak ez baitigu puzkada txiki bat baino gehiago irauten. Neka barik, hatzaparretan kolpetzea du gogoko menpekotasunak, eta hasieran gozagarria izan den horren azpian gera gaitezke loturik. Egoera hauetan oreka berreskuratzeko ditugun ahalmenak murriztu egiten zaizkigu eta nekez aurkitzen gara aurre egitego tankeran adiktiboa egin zaigun (portaera edo produktu) horri. Besteetan ikusi ere ez dugu egiten zuloan sartuta gaudenik.

Menpekotasunaren Definizioa

Noiz esan dezakegu zerbaiten edo norbaiten menpe gaudela? Baldintza gabe errenditzen bagara nolabaiteko sustantzia, jarrera, sentimendu edo persona baten sareetan, eta eraberean ezinezkoa egiten bazaigu borondatearen medioz joera hori bideratzea, gure hobebeharrez, nahiz eta jakin osasuna arriskatze bidean murgilduz eramaten gaituela, esan dezakegu menpekotasun arazoak ditugula. Libertatea galduz eta eginahal guztiak bertara bideratuz, aldiberean.

Menpekotasun arazoen inguruan zer aportatzen du Sofrologiak

SOFROLOGIA disziplina medikoa da. Erlajazio eta irudikatze teknikak erabiltzen ditu pazientearen oreka psikologikoa eta fisikoa berreskuratzeko. Gehitu egiten ditu izakiaren alde KOSZIENTEAREN ahalmenak. Potentziatu.

Baina zer da alde KOSZIENTEA edo KOSZIENTZIA? Izakiok hainbat gauzataz ohartzeko dugun ahalmena. Alde horretatik, gure bizitzaren norabidean nahasturik edo galduta aurkitzen garenean, gure oharpen gaitasuna ere murriztu egiten zaigu; hau da: koszientzia gutxitu egiten zaigu. Gure barneko eta inguruko estimuloen pertzepzioa urritu egiten zaigu.

Sofrologiarekin, entrenamendu mentala egingo dugu.Teknika honen laguntzarekin pentsamenduak argitu egingo zaizkigu, sentimenduak zabalago bizi eta nasaiago adierazi, gorputzeko sentsazioak berrien berri izateko moduan jarriko gaitu, kontzentrazio gaitasuna hobetu, kreatibitatea, boluntadea edo baita emozioen kudeakera aberasten lagundu ere.

Arlo anitzetan erabil daitezke sofrologiak eskuragarria ipintzen dizkigun teknikak. Hona hemen adibide batzuk:

Pedagogian: Erabat baliogarria memoria, kontzentrazioa edota kreatibitatea hobetzeko.

Kirolean: Autokontrola eta errendimendua hobetzeko edo baita helburuak finkatzeko ahalmena ere.

Psikologian: Antsietatearekin zerikusia zuzena dauzkaten gaitzekin (fobiak, panic attack, agorafobia, harremanetarako ikara, etabar)

Sofrologia eta Hipnosia: desberdintasunak

Sofrologian pazientearen koszientziarekin egiten dugu lan. Sofrologiak, koszientzian jartzen du burmuineko funtziorik garrantsitzuen kokapena. Bestalde, hipnosiak modifikatu egiten du funtzioa hau, trantze hipnotikoan jarriz pazientea; hau da: oharpen gaitasuna anulatu egiten du, trantzean pazientea ez baita ezertaz konturatzen.

Sofrologian ez dago sugestiorik; hipnosian bai. Sofrologiako ariketetan pazientea zeharo kosziente dago. Berriz, trantze hipnotikoan lotan egongo bagina daude. Entzuten dituzu terapeutaren mesuak, baina ez zara kosziente entzuten ari zarenaz.
Sofrologiak autokontrola areagotzen dizu, eta baita miaketa gaitasuna ere. Hipnosian kontrola hipnotizadoreak dauka, eta bere eskuetan geratzen da pazientearen burmuin lana.

La adolescencia, un cruce de caminos

La adolescencia es una etapa del ciclo vital en donde el mundo emocional irrumpe con fuerza en la mente del chico o la chica.

Las oscilaciones afectivas o cambios de humor, dan testimonio una base emocional inestable, en tránsito, a partir de la cual, el/la joven adolescente no consigue tener una idea, más o menos, estable de lo que quiere, lo que siente y lo que busca. La insatisfacción latente, el “no sé lo que me pasa”, “a veces estoy bien y de repente, empiezo a comerme la cabeza”, el “paso de todo; es imposible cambiarlo, nada merece la pena, ¡sin más!”, representan experiencias de malestar propias de dicha etapa.

En la adolescencia, el ámbito de lo afectivo-sexual, ocupa un lugar de privilegio. El/la adolescente, comienza a asomarse al mundo de la relación de pareja, al descubrimiento de un cuerpo con mucha carga erógena y/o a la definición de su orientación sexual . Se trata, pues, de cambios intensos que requieren de un recorrido psíquico del que ahora carecen y que para cuya integración requerirá de tiempo y orientación adecuadas.

Paralelamente, comienzan a otorgar a sus relaciones con iguales un valor inédito hasta entonces, sustituyendo el ascendente que en la primera infancia y en la pre-pubertad han depositado en la familia, en sus progenitores o a quienes hicieran tal función.

En la convivencia con chicos y chicas semejantes, el/la adolescente irá descubriendo un mundo de valores (tales como, el compañerismo, la lealtad, entre otros) que serán base para la construcción de una nueva identidad social más madura. Entre tanto, el ámbito de las relaciones no estará exento de dificultades, ya que la necesidad de pertenencia al grupo, de ser aceptado/a en su seno como miembro importante y de pleno derecho, podrá chocar con vivencias de rechazo y prescindibilidad.

La maduración social en la adolescencia, también le lleva a la búsqueda de nuevas relaciones de forma voluntaria. En tales situaciones, los amigos/as de la infancia pueden dar paso a otras relaciones nuevas que le propicien nuevas experiencias. La necesidad de cambiar de cuadrilla, si bien es buscada con las miras puestas en las novedades que ello puede reportar, también es vivido, en ocasiones, con culpabilidad y la sensación de “haber dado la espalda a los/as amigos/as de siempre”.

Como decíamos, en esta época la influencia del entorno familiar comienza a ser fuertemente contrarrestada por las relaciones con iguales. Debido a ello la salud relacional entre hijos y progenitores sufre una crisis de adecuación.

Por otra parte, está colegio que es un espacio en el que pasan una parte importante de su jornada y en el que muestran su forma de ser, su estilo de comunicación, sus dificultades y virtudes en el trato con iguales y adultos/as. No cabe duda de que es un lugar de formación académica, en valores, en convivencia, aunque hoy en día esté atravesando su propia crisis de identidad.

Sea como sea, son obvias, las tensiones que de un entorno tan determinante pueden surgir. La exigencia ante los exámenes y la ansiedad derivada, la gestión de los tiempos de estudio, las dificultades de aclimatación y (sobre todo en los casos de debut) y los enfrentamientos relacionales, la falta de motivación ante un futuro incierto, etc. Es precisamente en este ámbito en donde se suelen dar numerosos casos de acoso entre iguales, fenómeno conocido como bulling escolar.

A este respecto, cabe señalar que el acoso es una manifestación grupal propiciada, puesta en práctica y mantenida al albor de un grupo que aplaude u observa pasivamente. Ello, inevitablemente, obliga a que las intervenciones destinadas a su erradicación deban de incluir a todas las partes implicadas. En el caso de situaciones de acoso en entorno escolar, es preciso rescatar la figura del tutor/a, u orientador/a o el/la jefe/a de estudios y/o director/a, así como los padres y madres de los/as menores implicados/as.

La intimidación, la amenaza o la agresión física, entre otras modalidades de violencia, cabe entenderlas como modos no asertivos de búsqueda de poder y reconocimiento en el entorno de pares, por parte de la persona menor. Yo diría que son la manifestación agresiva hacia la propia parte negada, omitida y proyectada en el otro.

Las dos caras de la angustia

Vicente Palomera

Vicente Palomera

Vicente Palomera Laforga es psicólogo clínico por la Universidad de Barcelona. Obtuvo el grado de Doctor en el Departement de Psychanalyse de la Universidad de Paris VIII. Docente de la Sección Clínica de Barcelona desde su fundación. Es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP

En tiempos inciertos, angustia cierta.

La Angustia  es el único afecto que no engaña. En ella parece prenderse algo que no se consigue decir, que excede la significación y que se niega a admitir nuestra existencia como sujetos. No se deja atrapar en ninguna forma de discurso, se presenta cruda, sin atributos.

Hoy ya no es “metafísica”, menos aún “existencial”. Se le puso la etiqueta de panic-attack, pero con este atributo, se acabó confundiéndole con el miedo, el pánico. Al colocarla en el registro de las emociones negativas, se ha visto reducida a un “déficit de adaptación del cuerpo”, a un “error de juicio” o una “inhibición de un proceso cognitivo”. En fin, se pretende erradicarla con métodos sugestivos, incluso coercitivos.
 

La mantis religiosa y el Azeri Dantza.

Para mostrar la relación que mantiene con el deseo, Lacan relató, en 1962, una fábula de gran valor didáctico. Imaginemos una enorme mantis religiosa que se aproxima a nosotros mientras llevamos puesta una máscara de una animal, como en el baile del ‘Azeri Dantza’ en Hernani, donde un hombre baila con la máscara de zorro.
 
En el caso que presenta Lacan, el hombre no sabe qué mascara lleva pero sabe, desde luego, que si llevase puesta la máscara del macho de la mantis tendría muchas razones para sentir angustia. Ve aquí el límite en el que empieza a surgir la angustia, que siempre está relacionada con una x desconocida, pero justamente no es esta x la que la produce, sino el objeto que nosotros podríamos ser, sin saberlo. Se puede entonces decir y probar clínicamente que el deseo se presenta siempre como una x desconocida y, en segundo lugar, que la angustia está ligada a la incertidumbre respecto a la identidad, a no saber qué objeto se es para el Otro. Imaginemos ahora, por un instante, que ese hombre de la danza ve reflejada en el globo ocular de esa mantis hembra su imagen con la máscara del macho, entonces el nivel de la angustia será desbordante.Angustia
 
Lo que la fábula de Lacan pretende mostrar es que la incertidumbre de no saber qué es uno para el Otro es más tranquilizadora que la certeza de saberlo. La angustia mantiene una relación directa con el deseo: ¿qué me quiere el Otro? ¿cómo me quiere? ¿cómo me ve? Su certeza puede entonces ser atroz y despótica. Lacan llega a decir incluso que “la angustia es miedo del miedo”. Puede ser paralizante (“catatonia del sujeto”), o empujar al pasaje al acto y, en este caso, sacrificar –en la huida– la verdad que está en juego.
 

Desangustiar mediante la palabra

Lacan enseñaba siempre a no caer en ningún heroísmo de la angustia, se trataba de desangustiar mediante la palabra. Cada uno tiene a su disposición un prisma a través del cual capta su mundo, tanto a su semejante como a su compañero sexual. A este prisma lo llamamos “fantasma inconsciente”, es decir, la respuesta que cada uno se ha forjado para precaverse de esa x desconocida que es el deseo del Otro.
 
Digamos que es una respuesta prêt-à-porter, lista para ofrecerla a ese Otro y para prevenirse de la angustia. “¿Cómo me ve? ¿qué quiere el Otro?” El fantasma sirve para instituir un Otro a medida, para el cual el sujeto sabría lo que él o ella es. Pero, en ciertas ocasiones hace irrupción lo imprevisto y entonces ese prisma no alcanza para asegurar el encuentro del sujeto consigo mismo. Entonces aparece la angustia y, llegado el caso, la eclosión de la neurosis.
 
Ese desencadenamiento siempre tiene lugar por el encuentro del sujeto con la máscara que hace signo de un goce desconocido, distinto de aquel que creía dominar. No es raro que el surgimiento de lo angustioso incluya un sentimiento de impotencia para hacer frente a este acontecimiento imprevisto del cuerpo. Entonces, se trata de la comúnmente llamada depresión, que señala el sacudimiento del fantasma, el desfallecimiento del sujeto y su renuncia. ¿Cómo afrontar la angustia?, ¿cómo superarla? Si es siempre singular, es decir, la de un sujeto tomado en su palabra singular, el mejor modo de afrontarla es pensar que existe una causa, puesto que el enigma de fondo es siempre el deseo del Otro, esa x desconocida que corre el riesgo de desaparecer, faltar.
 
Cuando el sujeto ya no tenga esa brújula se verá reducido a ser solo individuo-cuerpo, sin poder alojar su ser, su deseo y su goce en un vínculo con el otro y, en ese momento surge la función de la angustia, su función de alarma, de señal que avisa de un peligro amenazante. Por tanto, es posible hacer un buen uso de esta “anguseñal”, que hace signo de un peligro.
 
Podemos servirnos de ella para atravesar esa otra angustia que paraliza e inhibe el acto, que anticipa y rechaza la certeza que produciría el acto. De hecho, es posible, y muy conveniente, distinguir dos estados del fenómeno angustioso.
 
 

Los dos estados de la Angustia

Por un lado, una angustia constituida y que es la forma que encontramos bien descrita en los tratados de psicopatología. Sin límites, casi laberíntica y en la que el sujeto parece estar condenado a recorrer el círculo infernal que lo retiene cuando tendría que pasar al acto, se trata de una “angustia de repetición”, con vocación de ir al infinito.
 
Por otro lado, una angustia constituyente, es decir, productiva, sustraída a la conciencia y que produce el objeto como perdido, al modo de la página en blanco (Miquel Bassols, Lecturas de la página en blanco, 2011). En este tipo de angustia, se ve que no se trata de que haya un objeto y luego venga su pérdida, sino que el objeto se constituye como tal en su pérdida misma.
 
Esta es la angustia que llevó a Romain Gary a decir que “sin angustia no habría creación”, es más “sin angustia no habría hombre” (Pseudo, 1976). Habremos hecho un buen uso de la angustia cuando logremos que su señal no se vea ensombrecida por su “despliegue”: por lo insoportable de los fenómenos corporales provocados por la angustia, es decir, cuando consigamos que la temida certeza de la angustia deje lugar a poder vivir por el deseo, sin mentirse uno mismo, dejando que dicha angustia se limite a ser sólo una señal de lo más vivo que habita en uno mismo.

La relación terapeútica en Gestalt.

 

Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta Gestalt. Fué uno de los introductores de la Terapia Gestalt en España.

Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta Gestalt.
Fué uno de los introductores de la Terapia Gestalt en España.

ASUMIR LA AUTORÍA (en Gestalt)

Sobre todo, habla sobre la especificidad gestáltica del uso de lo que el terapeuta experimenta frente al paciente. Primero enfoca el nivel transferencial y contratransferencial, también presente en la relación terapéutica gestáltica -que prima lo actual-, y hace referencia al nivel de apoyo y confrontación que el terapeuta fomenta con su intervención.

Sabemos que la relación que el terapeuta establece con el paciente es determinante para el éxito o el fracaso del tratamiento. Es más determinante que la técnica que se utilice y la teoría de la que se parta, dado que éstas, tal como dice Claudio Naranjo,  son aplicadas a través de la actitud que el terapeuta toma frente al paciente.

Me resulta clarificador encuadrar la relación terapéutica como una relación de ayuda y entender que, como tal, debe facilitar el desarrollo y la maduración de la persona con la que trabajamos. Aquí conviene recordar que para Perls madurar es ir pasando de la dependencia (propia de la etapa infantil) al autoapoyo propio del adulto con un funcionamiento saludable.

El o la paciente tiene identificados aspectos sintomáticos que le molestan: accesos de cólera incontrolables, dificultades en la relación con los demás, conflictos de pareja o familiares, crisis de angustia, obsesiones que van obstaculizando su cotidianidad, enfermedades psicosomáticas, insatisfacción persistente… También puede acudir a la consulta con una sensación de malestar generalizado viendo que algo o mucho en su vida no funciona. Pide ayuda para curarse, para sentirse mejor, y viene con todas sus maneras de evitar sensaciones, recuerdos…Es decir, con las defensas que le “permiten” mantener la sintomatología.

Como gestáltistas, con nuestra presencia y nuestras intervenciones vamos a ayudar al paciente a que se dé cuenta de qué hace y de cómo participa en la generación de estas situaciones o pensamientos que le hacen sufrir. Compartimos con otros enfoques dinámicos y humanistas que el sujeto es responsable de su vida. Entendemos que el trabajo de irlo asumiendo es curativo.

Estamos entrenados/as para acompañarle en el viaje de zambullirse en su propia experiencia, ayudándole a hacerse cargo de la misma. Por ejemplo, no tiene el mismo efecto que una persona diga “tengo una tensión en la nuca”, que “estoy tensando la nuca”. Mayor riqueza le aportará aún identificar cómo lo está haciendo o qué sentido tiene este hecho, para él, en este momento. En relación a su capacidad de identificar sus sensaciones, puede decir, por ejemplo, “es como si quisiera mantener siempre la cabeza en alto”. A ello podría seguirle la identificación de una situación en la que está forzando esta actitud. La exploración de este gesto puede a su vez facilitarle descubrir qué evita con él. Como vemos, apropiarse de la autoría de sus experiencias no es sólo un objetivo sino también una vía de conocimiento.

El proceso de profundización en uno mismo, de desvelamiento de los engaños y apaños que nos hacemos, el encuentro con lo propio, es la vía de curación que proponemos. En ello nos alineamos con las demás corrientes que tengan como objetivo sanador una búsqueda de conocimiento interno. “La inscripción -Conócete a ti mismo y conocerás a Dios-, en la puerta de entrada al templo de Tebas, apunta a una fuente interna de máximo conocimiento. El modo de acceso al mismo y el objeto de conocimiento que se pretende conseguir son definidos de manera diferente por cada sistema de pensamiento o enfoque que comparten el interés por dicha fuente de conocimiento.”

Los gestaltistas entendemos que no se puede conocer verdaderamente el interior si no se reconoce y conoce, también, lo ajeno y, sobre todo, nuestra forma de estar y de movernos en el mundo. Para facilitar el desarrollo del proceso curativo y por lo tanto reestablecer la capacidad de aprender de la vida, enfocamos, básicamente, aquello que acontece en la interacción que el sujeto establece con su entorno.


RELACIÓN ACTUAL Y TRANSFERENCIAL/CONTRATRANSFERENCIAL

El terapeuta, en la sesión, será otro en minúsculas, con el que el paciente desplegará, como con muchos otros, su estilo de establecer vínculos con los demás. Por ejemplo, si alguien es invasivo, seguro que lo será con su terapeuta. Al igual que también lo retará o seducirá si esto es lo que el paciente hace con los demás. Poner conciencia en la relación y explorar lo que hace y le sucede en ella será un excelente filón, una buena autopista, para que el paciente pueda verse y reconocerse en su forma de establecer relaciones. Teniendo, esta vez, la ocasión de explorar lo que estaba oculto o ausente de la conciencia y la oportunidad de encontrarse con aquello de lo que uno/a pretendía escapar o que no se atrevía a reconocer. Pudiendo, por lo tanto, llorar lo no llorado, sentir lo no permitido o celebrar lo denostado. Puntualizo que, si esos descubrimientos y experiencias emocionales no se acompañan del reconocimiento de los autoengaños y de las propias distorsiones (que conforman el cuento que nos contamos sobre uno/a y sobre el mundo), no hay elaboración, sólo hay catarsis -cuyo efecto terapéutico es menor.
Sin embargo, este otro que el terapeuta es para el paciente, además de ser otro en minúsculas, vendrá a ocupar el lugar de los otros significativos: figuras parentales, abuelos o tíos significativos, algún hermano…. Es por ello que podríamos entenderlo como un Otro en mayúsculas. Aquel en el que fácilmente se le pueden depositar, y le depositamos, la posibilidad de satisfacción (idealización) del deseo de ser salvados, protegidos… Ello es así incluso cuando el o la paciente sabe que el asunto no se trata de eso, de encontrar la salvación. Este Otro también toma la forma de juzgador y de perseguidor. El paciente, como en el resto de enfoques, sean del tipo que sean, va a transferir, trasladar y reeditar con el terapeuta formas de relación vividas con sus progenitores y personas significativas de su infancia.

Este fenómeno de la transferencia ocurre en todas las relaciones, especialmente en los vínculos de relación de ayuda y con mayor intensidad cuando la situación del que es ayudado supone un alto grado de vulnerabilidad. La transferencia se ve incrementada, por ejemplo, con un guía de viaje, con el abogado o con el médico. Para no simplificar en exceso, añado aquí que “(…)esta repetición no debe tomarse en un sentido realista que limitaría la actualización a relaciones efectivamente vividas; por una parte, lo que se transfiere es, en esencia, la realidad psíquica, es decir, en el fondo, el deseo inconsciente y las fantasías con él relacionadas; por otra parte, las manifestaciones transferenciales no son repeticiones literales, sino equivalentes simbólicos, de lo que es transferido.”

Por supuesto, los vínculos primigenios con nuestras figuras parentales y hermanos determinan nuestro sistema vincular, nuestro sistema de establecer relaciones con los demás. Ello es siempre así. Frente a la posibilidad de analizar aquellas relaciones para entender y poder modificar las que establecemos en la actualidad, apuesta propia del psicoanálisis, nosotros vamos a ocuparnos de explorar cómo son estos modos de relación actuales. Como propone Albert Rams , creo que la mejor perspectiva es la de tener presente que en lo que vive, expresa y hace el paciente hay un nivel transferencial edípico, algunas veces está presente el nivel preedípico y todo esto se da aquí con el terapeuta, es decir, tiene un nivel real y actual. Es precisamente el seguimiento de la experiencia actual nuestra puerta de entrada a los diferentes niveles.

Abundando en la complejidad de la relación, a la vez, el terapeuta, el médico o el guía, además de poner en marcha su propia transferencia en relación al usuario o paciente, tiene reacciones frente a la transferencia del paciente o el usuario, lo cual es llamado, específicamente, contratransferencia. La opción psicoanalítica general es el de controlar dicha reacción contratransferencial y sólo supervisarla. La gestáltica, es, además de supervisarla, hacer uso de ella frente al paciente. Transparentarse será una de sus más potentes intervenciones.

El terapeuta deberá identificar y trabajar, en supervisión, la reacción que él tiene frente a la transferencia de su paciente (la llamada contratransferencia) así como las reacciones provenientes de sus vínculos infantiles. Podríamos decir, su propia transferencia hacia el paciente.A ambas, tanto sus “aficiones” transferenciales como contratransferenciales, debe conocerlas y trabajar sobre ellas (tanto en terapia como en supervisión) para conseguir mayor espacio interno y libertad para intervenir. En Gestalt, nos entrenamos en afinar estas mismas vivencias y reacciones como una de las mejores herramientas del terapeuta. Para ello, como terapeutas debemos estar atentos a nuestro sentir.

Perls llamó “Simpático”  al estilo de relación terapéutica gestáltica refiriéndose a que él o la terapeuta atiende tanto lo que expresa y le sucede al/la paciente como lo que le sucede a sí mismo/a. Lo específicamente gestáltico es el uso de su propia vivencia en sus intervenciones. Si cuando el paciente se queja de que su mujer no le escucha, el terapeuta nota como él tampoco lo haría, tiene la posibilidad de poner de manifiesto su propia reacción para ayudar al paciente a descubrir cómo hace la demanda de modo que incluso puede producir la respuesta contraria a la deseada. Lo que al paciente le suceda con este hecho será material terapéutico y el terapeuta deberá tener el arte de facilitar al paciente su exploración.

 

APOYO Y FRUSTRACIÓN

El reconocimiento y el uso que el terapeuta hace de lo que experimenta va ha resultar reconfortante y/o frustrante para el paciente. El apoyo y la frustración son dos aspectos básicos del desarrollo personal. El bebé necesita caerse para aprender a caminar. Para orientar la intervención terapéutica, Perls alienta combinar el apoyo a las vivencias y expresiones genuinas con la frustración de las actitudes manipulativas.

Como ya hemos mencionado, el comportamiento neurótico es sustentado por un importante uso, más o menos masivo, de conductas evitativas del contacto consigo y con la realidad circundante. Estas mismas actitudes son las que siguen manteniendo la desconexión y alimentando el funcionamiento manipulativo. Va a ser el juego a dos manos (apoyo-confrontación) del terapeuta el que le va a permitir al paciente ir encarando los asuntos que le son propios e irse ocupando de sí.

Creo que el encuadre, que puede ser variable en función de cada terapeuta, al establecer el marco y ciertas pautas del desarrollo del tratamiento, supone un factor importante de apoyo.Sin embargo, el aspecto fundamental del apoyo es ser escuchado.

El uso de la empatía favorece que el paciente se pueda abrir. Sin ese rapport no es posible un trabajo eficaz. Carl Rogers es quien más énfasis puso en la función de apoyo del terapeuta. Para él, el terapeuta debía sentir y manifestar -y hacer que el paciente lo notara- aceptación incondicional y empatía. La otra condición necesaria, para que el terapeuta no se perdiera en la confluencia y para que la persona sanara, era la congruencia del terapeuta. Es decir, el apoyo y la empatía debía ser verdadera, no fingirla ni fabricarla.

Lo decía Ferenczi, también se lo he oído repetidamente a Paco Peñarrubia y todos comprobamos diariamente que el terapeuta ha de apreciar al paciente para que el trabajo se pueda dar. Memo (Guillermo Borja), perlsiano tanto por carácter como por convicción, decía que si rechazaba a un paciente se lo decía, se lo mostraba y, sólo si entonces el paciente quería seguir trabajando con él, podía aceptarlo como paciente.

En relación a la confrontación, Perls afirmaba: “Y el prerrequisito para una satisfacción plena es el sentido de identificación del paciente con todas las acciones en que participa, incluyendo sus autointerrupciones. Una situación puede concluirse – lo que es igual a decir que se logra satisfacción-, únicamente si el paciente está comprometido enteramente en ella. Dado que sus evitaciones neuróticas son un modo de evitar el compromiso total de las situaciones, deben frustrarse.” 6 Para él era fácil, digamos que natural, no dejar pasar ni una manipulación sin ser confrontada, no sólo en sesión sino en cualquier lugar.

Según Claudio Naranjo, “La confrontación es una maniobra psicológica más completa y más rica que la simple frustración por el hecho de que refleja la percepción que el terapeuta tiene de lo que le está pasando al otro”. Por ejemplo, dice que el acto de Perls de taparse los oídos cuando Claudio le contaba unos hechos a modo de justificación, no era una simple frustración, con ello le estaba devolviendo el juego que él hacía para no entrar en el contacto de un modo más directo y vivo.

De Memo (Guillermo Borja) aprendí que la verdad cura y que la mentira neurotiza y puede psicotizar. Decía que una violación la podía curar en unas semanas, una fantasía de violación podía resultar mucho más compleja. La violación, la carencia, el mal trato, la enfermedad… fueron, se dieron. Ello pasó y puede seguir pasando. Aquello que fue vivido de forma traumática sigue presente y se reaviva ante situaciones conflictivas actuales. Seguirles la pista y encarar y asumir ahora el mal trato recibido, el hecho de haber sido no deseado o de haber sido violada; encararlo ahora, aprovechando las ocasiones en que lo histórico y lo neurótico se reaviva sirve para ocuparnos de lo que nos es propio y para cambiar nuestra actitud. Asumirse uno y asumir la propia historia requiere hacerse cargo de lo pendiente, hacer ahora el trabajo de dar la cara, el trabajo de duelo o de lo que sea necesario para poder andar con la mochila menos repleta y pesante; para poder hacernos cargo de nuestro deseo y comprometernos con lo que nos concierne.

Ahorrarle malas sensaciones o dolor al otro es un engaño; cuando uno protege al otro se está protegiendo a uno mismo. Por supuesto, como terapeutas debemos diferenciar entre confrontar para que el otro pueda verse, lo cual implica saber cómo y en qué momento lo hacemos, y ensañarse con el otro como uso abusivo de poder o en aras de cualquier “buena” justificación.

 

USO DEL SENTIR DEL TERAPEUTA

Asegurando el espacio de supervisión, nuestra opción de trabajo como gestaltistas,va a pasar por dejarnos sentir, reconocer y poder expresar lo que nos pasa. Son varios los niveles en que los gestáltistas usamos lo que experimentamos en la sesión.

En un primer momento, registrar la propia respuesta emocional frente al paciente tiene efecto. Por ejemplo, dejarnos notar qué sentimos cuando el paciente nos intenta convencer de algo y poderlo notar sin pretender nada de forma inmediata, sólo dejarle espacio, repercute en él. Este efecto es quizás más fácil de imaginar si, por ejemplo, el terapeuta se deja sentir tristeza cuando el paciente niega o disimula la suya. Facilita la emergencia de la misma o potencia que la evitación de la misma se presente de forma más clara.

Por supuesto, y dando un paso más, lo que sentimos sirve para elaborar hipótesis diagnósticas. Y, de forma más inmediata, para orientar la creación de experimentos. Si tenemos la sensación de que quiere tener todo el tiempo la razón podemos proponerle que nos intente convencer de lo que dice. O bien intervenir preguntando. “¿de qué me estás intentando convencer?” o “¿crees que ya me has convencido?”.

El nivel específicamente gestáltico es mostrar la propia experiencia. Comunicar lo que le sucede a uno es la regla de oro de cualquier relación íntima. Hablar de lo que me pasa, no de lo que pienso que hace el otro y tampoco juzgarle no es nada fácil. “ (…) la comunicación, desprovista de un fin pulsional no puede ser otra cosa que un acto de amor.” 8 En este caso puedo decir algo así como: “noto malestar, presión, imagino que pretendes que vea lo mismo que tú.”

Aún otro nivel será reaccionar mostrando mi rabia por sentirme presionada. Ponerme agresiva gritándole “¡Me molesta que me intentes convencer!” supone un mayor impacto energético que puede tornar más eficaz la intervención si la o el paciente se puede enterar del juego que está jugando. Es útil en la medida en que podemos seguir qué le pasa al otro/a después de la misma.

Veamos otro ejemplo: La suposición de una paciente de que su terapeuta tiene debilidad por las rubias con ojos azules, además de pertenecer a su propio mundo y, por lo tanto, ser un excelente material para seguir explorando, puede ser verdad para el terapeuta. Revelar que ello es cierto, posibilitará la exploración de lo que a ella le sucede ahora con este hecho y no sólo lo que le ha sucedido en su vida en relación al mismo. Aporta la posibilidad de reposicionarse en relación a un hecho real, aunque en general ello requerirá la reelaboración de algunos de los hechos vividos con anterioridad.

El terapeuta es alguien de carne y hueso que usa el ponerse de manifiesto como persona y, por lo tanto, como alguien limitado. Es alguien que siente dolor, angustia y que se da “subidones” narcisistas como todo hijo de vecino. Poner de manifiesto lo propio del terapeuta aporta experiencia real que permite el seguimiento de qué le pasa al paciente con ello. Aporta realidad y ello implica vivencia, que en la sesión terapéutica puede ser explorada. Explorada y saboreada en el sentido del saber que le aporta al paciente de sí. Por una parte, le permite atender y reconocer la experiencia como suya y, por lo tanto, adueñarse de la misma y no sólo especular. Por otra, que el terapeuta se transparente tiene un efecto de contagio. Facilita al paciente también carnificarse y reconocerse como limitado.

Dicho todo lo anterior y, por lo tanto, optando por hacer de la relación actualy del sentir del terapeuta una excelente herramienta terapéutica, creo que debemos saber que no todos los pacientes toleran el contacto ni reciben de igual modo la confrontación. Los y las pacientes psicóticas y borders pueden tener serias dificultades en integrar las confrontaciones. Sólo estar frente al otro ya puede ser inmensamente angustiante y necesitan, por tanto, mayor trabajo previo.

También quiero añadir que el ejercicio de transparencia por parte del terapeuta puede tener la desventaja de limitar, a veces con excesiva prontitud, el mundo fantasmagórico del paciente: frente a la fantasía, a la suposición, existe la contrastación de una respuesta determinada. Tarea del terapeuta va a ser no detener la exploración de la fantasía del paciente, corresponda o no con la realidad, puesto que ésta forma parte del mundo interno del paciente y configura su cosmovisión. Aunque también es verdad que la contrastación que supone la revelación de la experiencia del terapeuta o de otros compañeros, en el caso de la psicoterapia grupal, puede no reducir la fuerza de la distorsión perceptual del paciente, que dependerá de su nivel de enfermedad.

En todo caso, y según mi punto de vista, no se trata de que el nivel actual tapone el transferencial. Poner luz en el nivel transferencial es necesario para ir asumiendo la autoría de la autobiografía de cada cual. Y sí se trata de que el sujeto se actualice, se vivifique y se transforme en lo que es. En este sentido, me parece muy buen resumen de la adecuada actitud del terapeuta la formulación: “Estar renunciando a los propios contenidos pero confiando en la propia capacidad de resonar”

Aunque estemos entrenados en usar nuestro sentir para trabajar con el otro, creo que nuestra mayor potencia como terapeutas es la de no quedarnos apegados en una sola reacción, posición o hipótesis diagnóstica. Parafraseo otra vez a Claudio Naranjo 10, refiriéndose a Perls y al rol del terapeuta: “Perls mostraba un grado asombroso de indiferencia creativa como terapeuta por su capacidad de quedarse en el punto cero11sin verse atrapado en el juego de sus pacientes. Pienso en el punto cero como un refugio del terapeuta gestáltico en medio de una participación intensa; no sólo como una fuente de fortaleza, sino como su último apoyo”. Quedarme en el vacío, dándole valor al no saber, aunque a veces es muy incómodo, da espacio al otro. Al otro y a mí; más allá de mi hipótesis, de mi pretensión o de mi reacción emocional.

Para ir terminando, retomo el valor de la relación actual citando a Paolo: “Mientras que el paciente tiene el derecho a ser tratado como un tú, el terapeuta debe conseguir ser tratado como un tú por el paciente en virtud de su actuación: desde la óptica de la psicoterapia de la Gestalt éste es el trabajo por el que se le paga”12. Si yo le permito al o a la paciente que me trate como una agente técnica o como una sabia maestra le dificulto el aprendizaje de hacer proceso, de entrar en contacto con lo que le inquieta y angustia, y de ir identificando qué es lo que le va ocurriendo. Entrar en contacto con uno implica también entrar en contacto con el otro y viceversa. De ahí el valor de poner la atención en la relación.

Y para finalizar añado que la relación terapéutica es una relación real entre dos personas con roles diferentes que marcan posiciones diferentes. Según muchos autores, la diferencia jerárquica entre ambos roles está sustentada por el grado de maduración alcanzado. Cremos, y por ello nuestros alumnos deben hacer terapia, que el terapeuta ha tenido que explorar ampliamente sus fantasmas, angustias y manipulaciones antes de poder acompañar a otros en ello. “La diferencia entre el terapeuta y el paciente es que el primero reconoce su enfermedad, seguirá estando enfermo y no se opondrá a este caminar. Mientras que el segundo se niega, se quiere quitar la enfermedad y su fantasía es seguir el tratamiento para no ser más enfermo”13. Siendo una afirmación a veces difícil de asimilar, me parece que la verdad a la que apunta esta cita es la que nos permite poder mejorar el uso de lo que experimentamos frente al paciente para apoyarle en su búsqueda y confrontarle en su manipulación.

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