HOMO PREDATOR

HOMO PREDATOR

Cuatro Jinetes del Apocalipsis, por Viktor Vasnetsov (1887)

El Apocalipsis siempre fue para mí una ficción. En mi adolescencia, supuso una idea mítica muy alejada de la realidad cotidiana que vivía y, además, su conocida referencia a los cuatro jinetes que recoge el Libro de la Revelaciones o Libro de la Apocalipsis hizo que lo colocara en la misma categoría de cualquier otro tebeo de acción bélica.
Sin embargo, incluso los tebeos resultan ser un relato de los avatares humanos, en términos humorísticos, amorosos, bélicos, etc. Qué decir, de los testimonios bíblicos como intento de narrar la época y dar sentido a las vicisitudes que se daban.
La guerra (jinete del caballo rojo), el hambre (jinete del caballo negro) y las epidemias (jinete del caballo pálido), fueron hechos del pasado que cíclicamente retorna y se hace hueco en la contemporaneidad, dando idea de que el homo sapiens no se cansa de repetir y tropezarse con la misma piedra; la que tiene dentro del zapato. Así, bien pudieramos decir que estos jinetes, simbolizan parte del acervo humano, el mismo que cabalga a lomos del homo sapiens desde sus inicios.
Comoo señala Yuval Noah Harari, en su libro Sapiens: de animales a dioses “el Homo Sapiens había poblado África Oriental hace 150000 años, pero no empezó a invadir el resto del planeta tierra y llevar a la extinción a otras especies humanas (neandertales y denisovas, entre otros) hasta hace, aproxidamente, unos 70000 años”.
Harari no tiene inconvenientes en hablar de un proceso de colonización y esquilma de otras familias homínidas, por parte de Homo Sapiens. Un genocidio que coincidió en el tiempo con el acceso del sapiens a la revolución cognitiva y la aparición del leguaje ficticio, hace 70000 años, ni más ni menos.
Vincular el desarrollo cognitivo de nuestro ancestro, al desarrollo de su capacidad de hacer daño parece contradictorio, ya que uno bien pudiera pensar que a más inteligencia, más cooperación. Pero, por otro lado, parece tentador pensar que el desarrollo cognitivo y sobre todo el acceso al lenguaje, alejaran al sapiens de su adaptativo reclamo al instinto como un saber que le procurase la impronta por la caza, el camuflaje o la reproducción. Un impronta que garantizaba la sostenibilidad. Sín embargo, con el lenguaje, comenzó a crear un pasado y un fututo, ya que los recuerdos y los proyectos se maceran en palabras. Comenzó a no depender de la inmediatez de su necesidad para actuar. Ya no cazaba, sólo, cuando sentía el hambre. Comenzó a tener ideas y a planificar, al disponer de un pasado del que aprendía y anticipar sus necesidades de futuro. Comenzó a acumular pensando en el mañana, a transaccionar con los excedentes para economizar esfuerzos innecesarios, a formar comunidades de intercambio. Se hizo un estratega. Pero, a su vez, en algún momento, comenzó a rumiar la posibilidad del beneficio propio y a negociar. Comenzó a ambicionar y si ya era un estratega de guerra y caza, empezó a serlo de las relaciones sociales. Repito: en algún momento dejó de necesitar y comenzó a ambicionar. Stop.
En fin, una reflexión un tanto lúdica de como el sapiens, convirtió su instintiva necesidad de pervivencia en afán de trascendencia. En afán de dominio y de apropiación. Encantado de conocerse, el sapiens quiso más y más, lejos de su ya perdida e instintiva impronta de servirse de lo que necesitaba, se acostumbró a mirarse en el espejo de sus pertenencias y a querer ambicionar lo que veía.
Creo que justo AHÍ, comenzó a pensar que se estaba quedando sin depredadores, que podía con todos, dada su capacidad de prever sus comportamientos y, en consecuencia, someterlos. Pero quizás, no se dio cuenta de que así daba origen al más feroz de ellos: el mismo.
Pero ah!, por cierto: queda el jinete del caballo blanco. Mucho se ha escrito sobre él y no faltan desavenencias sobre quien es o quien pudiera ser. Para mi es la Esperanza, la buena noticia, el bien hacer, el bien hablar. Pero ¡ojo!, el karma, como dirán los budistas es lo que te acontece a futuro, lo que esperas, en base a lo que hagas hoy.
“No hagas daño ni a la tierra, ni al mar, ni a los árboles”
Apocalipsis 7:3-4

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