Tipos de dolor

Dr. Luis de Rivera

Dr. Luis de Rivera

Psiquiatra y Psicoanalista. Consultor Jefe de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz y director del Instituto de Psicoterapia de Madrid.

Para tomar posesión de la propia vida primero hay que darse cuenta de que uno tiene vida, y la vida, como la nariz, solo se nota cuando duele. Por eso tienes que aceptar el dolor, no porque te guste, sino porque, a veces, parece ser lo único que tienes. No es el dolor lo que importa, sino el hecho de que es tuyo. Tu eres el que lo produces, cierto que sin querer y sin darte cuenta, pero eso no cambia nada.

El dolor más útil es el que sirve de señal, avisa que algo nos está haciendo daño. Pon el dedo en una llama y entenderás enseguida a que me refiero. Quita el dedo, y da gracias a tu dolor. No sufres el síndrome de Riley, incapacidad para sentir dolor, horrible enfermedad que conduce pronto a la muerte por lesiones de lo más tonto, como olvidarse de respirar porque al afectado no le molesta la asfixia.

Un maestro Zen decía que había que desear la Iluminación con la misma intensidad con que se desea el aire cuando uno está sumergido bajo el agua. La iluminación es, simplemente, ver las cosas como son, y entonces el mal y el dolor desaparecen, por lo menos el mal y el dolor inútiles, que son, con mucha diferencia, los más frecuentes.

El segundo tipo de dolor viene por la atención sesgada: Un detalle doloroso nos absorbe de tal manera que se nos escapa toda la bendición que le rodea. A una niña caprichosa le acaban de regalar un coche reluciente y precioso. Cuando se acerca con sus nuevas llaves, ve una cagada de paloma justo en medio del parabrisas. Si está iluminada, sonreirá con ternura hacia la pobre paloma que no tiene nada mejor que hacer y disfrutara de un delicioso paseo. Puede que antes limpie la cagada, puede que no, después de todo no es un detalle tan importante. Pero ya dije que era un niña caprichosa, lo cual significa que le gusta apegarse a detalles sin tener en cuenta el contexto. Así que dará un grito de dolor, mirará al cielo, maldecirá a las palomas y se dirá a si misma cosas tales como “¿Por qué me tiene que ocurrir ésto a mí?” “Ya me han chafado el día” “Que mala suerte tengo”

Las reacciones pre-programadas tratan todos los dolores igual, como si todos fueran la señal de algo muy importante, vital, que requiere atención e intervención inmediata. Por eso, en la percepción ordinaria, la vida duele un montón.

Te voy a pedir un favor: Mira fijamente a la niña caprichosa a los ojos y dile : ¿Que prefieres, el coche o la cagada de paloma?

Tranquilizantes, somníferos y farmacodependencia de la vida cotidiana

¿De qué se trata cuando hablamos de la farmacodependencia de la vida cotidiana?

El consumo de hipnosedantes ha aumentado en los últimos años y el porcentaje de personas que los han tomado en 2011 se sitúa en el 11,4 %, datos que avalan lo que los expertos llaman la farmacodependencia de la vida cotidiana, que nos lleva a acudir a estas sustancias ante hechos como una ruptura sentimental.

Según la última Encuesta sobre Alcohol y Drogas EDADES 2011-2012, el número de personas que consumen drogas en el Estado Español ha bajado en todas las sustancias, salvo el caso de los hipnosedantes –somníferos, tranquilizantes o sedantes– que ha pasado del 5,1 por ciento en 2005 al 11,4 por ciento en 2011.

Este aumento se debe al creciente uso de estas sustancias “de forma legal”, con receta médica, aunque también a un mayor consumo de sedantes de forma no pautada por personas que se automedican.

Estos medicamentos se usan para tratar síntomas como la ansiedad, la irritabilidad o el trastorno del sueño. Son síntomas que pueden aparecer en distintos trastornos psiquiátricos o en situaciones estresantes, por problemas de adaptación a distintas circunstancias de la vida. Situaciones como la pérdida de una persona querida o de un trabajo provocan tristeza y ansiedad, síntomas que hace años se consideraban normales y que en los últimos tiempos provocan una mayor demanda de fármacos para mitigarlos.

En opinión de muchos expertos, detrás de esta tendencia a la fármaco-dependencia, estarían las grandes firmas farmaceúticas que tratan de que “cualquier cosa” se convierta en trastorno mental para dar el pastillazo. Tambien cabe pensar que el consumo de fármacos se se ha incrementado debido a diferentes consecuencias de la crisis económica como el desempleo, la incertidumbre ante el futuro, la preocupación por la posible pérdida de trabajo o la sobrecarga laboral.

Se trata de trastornos adaptativos como estados de ansiedad y depresión que presentan síntomas como insomnio, palpitaciones, desasosiego, mareos o dolor, que merman la funcionalidad diaria y por tanto la calidad de vida.

Lo cierto es que este tipo de fármacos pueden ser muy útiles si se toman durante un tiempo generalmente corto para controlar síntomas que pueden ocasionar mucho sufrimiento, pero no son la solución a esos problemas. Estos fármacos deben de tomarse durante el menor tiempo posible y si es posible de forma puntual, ya que tomados durante algunos meses generan dependencia y la necesidad de tomar dosis cada vez más altas para conseguir el mismo efecto.

Hay que tener presente que la ansiedad se produce por falta de adaptación al medio y eso una pastilla no lo resuelve.

Fármacos para los nervios

Muchos estudios científicos vienen cuestionado la eficacia de los antidepresivos afirmando que en muchos pacientes sólo tienen un efecto placebo. No hay certeza de que la depresión y la ansiedad sean consecuencia de un desequilibrio químico del cerebro y no es razonable afirmar que los medicamentos sean el tratamiento más eficaz para estos trastornos.

Las últimas investigaciones indican que la psicoterapia, y no las pastillas, debería ser el tratamiento de elección para la depresión y la ansiedad, tanto a corto como a largo plazo. Bien es cierto, que los psicofármacos pueden resultar útiles, e incluso imprescindibles para personas que sufren depresión o ansiedad graves pero han de combinarse con la psicoterapia para conseguir los mejores efectos.

En base a mi experiencia profesional, entiendo que los psicofármacos puede ser más o menos adecuados en determinadas situación en particular. Pero no debería sustituir a la psicoterapia, siempre que sea posible hacerla. De lo contrario, puede suceder que la persona se habitúe a lo que es más sencillo, tomar una pastilla y, con ello, obtener un tratamiento paliativo que evite trabajar o profundizar en el origen del problema con lo cual la patología puede hacerse crónica y/o seguir un curso oscilante, apareciendo y desapareciendo (en intervalos de meses o años) en función del nivel de estrés de la persona, etc.

Muchas veces, esto se da por falta de información: la persona cree que es la única manera posible de mejora que tiene, una falacia que, a menudo, es divulgada por los laboratorios farmacéuticos ya que, no lo olvidemos, existe un importante negocio en ésto. A título de ejemplo, las estadísticas indican que desde el lanzamiento dansiolíticose los antidepresivos en EEUU en 1.988, aproximadamente unos 40 millones de personas han recurrido al Prozac. Por otro lado, el consumo de antidepresivos se ha triplicado en España en tan sólo 10 años y en comunidades como el País Vasco el consumo crece cada año un 10%, con lo que de continuar este patrón de crecimiento se podría duplicar su consumo dentro de 10 años. Los especialistas calculan que para 2020 la prescripción de  será la segunda causa del gasto sanitario español.

El principal problema radica, al parecer, en que los laboratorios, por lo general, sólo publican aquellos estudios que favorecen su eficacia y esconden los datos que no la avalan. Es por ello que el National Institute for Health and Clinical Excellence, del Reino Unido, recomienda a los facultativos que intenten otros métodos antes de prescribir esos fármacos.

Otras veces es el coste de una psicoterapia – no sólo en dinero sino también en tiempo y en esfuerzo personal- lo que echa para atrás al paciente, y más en esos tiempos de crisis.  No obstante, hoy en día la psicoterapia ha evolucionado y ya no se suelen requerir tratamientos largos y prolongados como antes sino que pueden conseguirse los mismos resultados, o mejores, en períodos de tiempo más breves.

Asimismo es posible que la persona desconfíe de los psicólogos por haber tenido una mala experiencia terapéutica anterior. Esto puede ser debido a problemas de comunicación o rapport entre el terapeuta y el paciente. También hay que señalar que no todas las psicoterapias tienen el mismo nivel de eficacia y que es importante encontrar el tratamiento más adecuado para cada caso. No olvidemos que la psicoterapia es un proyecto de colaboración mutua entre terapeuta y paciente, en el que cada uno debe dar lo mejor de sí para llevarlo a buen puerto.

El niño que miraba al mar

Escena primera

Era una tarde de sábado, como otras tantas tardes de sábado en que él salió a jugar con sus amigos.

Sin embargo, esa vez al poco rato, se separó de la cuadrilla.

“¿Adónde vas?” -le pregunto Fede.

Pero él no contestó. Simplemente, siguió andando.

“¿Adónde irá esta vez?” -se preguntaron unos a otros.

“Bah, déjale… , ya le conoces! -dijo uno de ellos.

El chaval se dirigía al rompeolas, atraído por la necesidad de estar con su padre.

Pegaba viento de norte y hacia mala mar. No había nadie en la bocana. Ni un alma. Solo se escuchaba el sonido del viento y el rumor de las olas que venían de alguna parte lejana de aquel infinito universo de agua.

El chico subió el peldaño para poder otear mejor aquel espectáculo de sonido y fuerza.

Miró a lo lejos, buscando más con el corazón que con los ojos, la estela de algún barco que le procurase sosiego.

Miró, guardando silencio, con sus menudas manos escondidas en los bolsillos para protegerlas del frío húmedo de aquel mar al que había aprendido a amar mucho antes de haber nacido.

Esa tarde no aparecía ningún barco ante su mirada. Se sintió triste y sólo. 

Cerró los párpados, porque sabia que así sus ojos podían ver mejor y más lejos. Surcó las aguas con la ayuda de su imaginación y se vio volando guiado por una bandada de cormoranes; aves migratorias que así como él buscaban el refugio de algo añorado.

Viajó lejos, muy lejos, confiado y protegido por la compañía de aquellos pájaros solitarios y silenciosos que surcaban en grupo

Se arremolinó en sus adentros la certeza de que una revelación se iba a producir.

Por momentos, se sucedieron ante su mirada infantil escenas remotas de frágiles barcos pesqueros en una olvidada y noble lucha. Una lucha contra aquel infierno de agua, sal y recuerdos. Un encuentro titánico de hombres sujetos a un destino y que sabedores de su pequeñez frente a esa amenazante presencia, persistían en su heredado empeño de buscar una respuesta franca al porque de sus vidas.

De pronto, el chaval divisó a lo lejos un barco de chapa, color verde. Su corazón comenzó a palpitar de forma acelerada. ¡Bom-Bom, Bom-Bom, Bom-Bom…!.

Sus brazos y piernas respondieron enérgicos, agitándose más y más rápidamente. Cuanto más rápido volaba, más larga se le hacia la espera. El barco iba dejando de ser un punto en la lejanía y se hacia cada vez más visible ante la atenta y feliz mirada del niño.

Tenia que ser el Kresala, aquel barco en el que navegaba su padre y que Josu, de más pequeño, lo había visto amarrado en el puerto de Ondarroa.

Sí, sí. Definitivamente era el Kresala. Estaba seguro de ello. Lo reconocía, como también reconocía al hombre que se hallaba de pie en la cubierta del barco, con su mirada clavada en aquella curiosa estela de pájaros que se dirigían tan decididos como necesitados, a algún lugar irrenunciable.

Entonces, los pájaros se detuvieron, dando por cumplida su misión y  reiniciaron su camino, no sin antes y a modo de un adiós, estallar en un graznido tribal de júbilo que el niño sintió como un mensaje cuyo sentido no podía entender aun.

El niño lloró, porque quienes habían sido sus fieles compañeros de viaje, se alejaban hasta llegar a ocultarse al otro lado del color.

Respiró hondo y miró en dirección de aquel hombre que ya había reconocido a su hijo, suspendido sobre aquellas aguas que desde la marcha de los cormoranes, habían comenzado a amainar, como si los elementos reconocieran algo de sagrado en aquel encuentro y reverenciaran la ocasión.

Aquel hombre recogió en sus paternales brazos al hijo que llevaba su nombre y apretándolo contra su húmedo torso, susurrándole al oído, alivió su dolor. Un dolor que este marino de espíritu decidido, mirada húmeda y olor penetrante, comenzó a sembrar cuando a la misma edad que tenia su hijo ahora, tuvo que renunciar para siempre a los abrazos de su padre.

Josu comprendió que ambos perseguían la misma búsqueda y el mismo miedo sentían.

Estuvieron entregados a ese abrazo mucho tiempo, en la cubierta de aquel cascaron de metal, que paciente era testigo de ese anunciado encuentro entre un hijo y su padre y que evocaba el eco de otros tantos encuentros entre hijos y padres.

 

Escena Segunda

“Josu, abre los ojos. ¿Qué te pasa?. ¡Te hemos estado buscando toda la tarde muy preocupados, pensando que te había pasado algo!”.

El chaval abrió los ojos y sintió que era su madre quien le hablaba, con la voz entrecortada y abrazándolo asustada, frente al rompeolas, donde el chico horas antes, había ido al encuentro de su padre.

“¿Se puede saber qué locura es esta?. Nos vas a matar a disgustos como sigas así. Todos tus amigos hace rato que están en casa”.

El niño aun aturdido, balbuceó algo que ni el mismo entendió y percatándose de que había estado ausente un tiempo que no atinaba a precisar, miró a su madre como si la viera por primera vez.

“Ama, yo nunca seré un hombre de mar”- contesto el chaval a su madre.

“Eso espero”- replicó ella.

“¿Pero a que viene eso ahora?” –reaccionó de inmediato.

Aitxa no es un pescador. Busca a su padre, solamente. A mi abuelo que se perdió en las aguas la nochevieja de hace e muchísimos años, dejando a su hijo de ocho años, al cuidado de su madre, como él me ha dejado a tu cuidado” –penso el niño, sin atreverse a decírselo.

Madre e hijo comenzaron a andar en dirección a casa, atravesando la bocana bajo aquel otoñal cielo gris, con un sentimiento de soledad que ambos compartían en silencio.

Josu, se sentía confundido. Su mente le pedía llegar a casa, cenar, meterse en la cama y dormir, para seguir soñando.

Su corazón, sin embargo, se estaba quedando atrás, justo allí donde había despertado de su viaje poco antes.

Miro hacia atrás, como si su propio fantasma siguiera quieto e imperturbable en aquel lugar mágico.

Sintió que abandonaba a su padre. En tanto más se retiraba al refugio de su hogar, más sólo sentía que se quedaba su padre.

La cabeza comenzó a darle vueltas y sus piernas empezaron a fallarle .No podía soportar más el dolor de la huida. Comenzó a gritar como poseído de rabia e impotencia.

Su madre le suplicaba con la mirada “Ahora, no me abandones tu,….no me abandones,   no me abandones!”.

La visión se le iba nublando cada vez mas y sintió que se perdía en una espiral, en un remolino de agua seca y sin fondo. Sus párpados se abandonaban, ocultando el terror de sus ojos. Según se desvanecía, comenzó a oír la bocina de un barco que se despedía muy a lo lejos. Rummmm!!!!!!!!

 

Escena Tercera

Ring-Ring-Ring. Josu despertó sobresaltado en su cama.

“Buf!!” –exclamó aliviado.

“He tenido una pesadilla” –se dijo.

Tenia frente a él a su hermano Aitor, que le observaba con ojos escrutadores.

“¿Qué te ha pasado esta noche?” –le pregunto.

“¿Qué, qué me ha pasado?. Nada…, porque?”- le respondió Josu.

“Has tenido una noche muy movida” –le dijo su madre, según se acercaba de la cocina.

Entonces, el chaval recordó que el día anterior había venido pronto a casa, tras haber estado con la cuadrilla. Se había sentido cansado y se había metido en la cama sin cenar.

“¿Qué has soñado?” –le inquirió su hermano, con la misma mirada de extrañeza.

“Nada, no me acuerdo” –dijo Josu, recordando que una sensación de miedo profundo le había atenazado justo antes de despertarse.

El chaval se sentía arrasado por una tristeza muy honda que intuía provenía de los sueños que esa noche había tenido y de los cuales no se acordaba.

Ambos hermanos se vistieron y desayunaron en silencio. Luego salieron al puerto, porque varios barcos arribaban y parecía que venían repletos de anchoa.

Hacia sol y buena temperatura, aquella mañana de junio animada por el bullicio de familiares y vecinos ante la entrada de aquellos barcos, que habían hecho el trayecto de regreso a casa acompañados de multitud de gaviotas chillonas y ávidas de pescado.

El puerto olía a salitre, mezclado con un ligero aroma a cangrejo y mojojones, que provenía del malecón, en compañía a una brisa que peinaba del este.

Era un día sin escuela. El calor del sol y el color azul del cielo, junto a aquel espectáculo de olor y alegría, ayudaban a dibujar un idílico paisaje de encuentro.

Josu, de pronto, percibió un susurro inaudible que venia del pequeño comercio de efectos navales que se hallaba justo detrás de él. Se giró y como si una fuerza ajena le empujase, se acercó en silencio hacia aquel escaparate, cuyos marcos de madera pintadas de azul marino, se estaban descascarillando por efecto del calor.

Frente a él, un cuadro al óleo que estaba siendo expuesto justo entonces por el dueño del local, como accesorio decorativo.

En el cuadro, una bandada de cormoranes volaban hacia algún lugar en alguna parte.

Al chaval sintió que las tripas le daban un vuelco de desconcierto. Siempre le habían atraído aquellas aves misteriosas y sin hogar, con un vuelo tan horizontal y decidido. Le gustaba verles cruzar el cielo de su pueblo, cuando halla por el mes de septiembre, el día comenzaba a menguar y el sol a descansar.

Pero en esta ocasión, algo singular había en aquella escena que le resultaba íntimo y familiar. Como si la hubiera visto antes o hubiera estado allí.

“Esta noche pasada, en mis sueños te he visto volar junto a ellos” –le dijo Aitor, quien se había acercado con sigilo a la par de su hermano.

Algo sobre la pedofilia

 Cuando escucho la palabra pedofilia me saltan las alarmas.

Creo que lo mismo os ocurrirá a vosotras/os, y es que el tema se las trae. Indigerible, infumable, incomprensible… ¿Cómo puede ser que haya adultos que se aprovechen sexualmente de críos y crías?

Existen razones que expliquen el fenómeno de la pedofilia, pero a pesar de poder llegar a entender y racionalizar los porqués, de llegar a conocer las etologías posibles de esta desviación, es imposible eliminar el crujir de tripas cuando los noticieros abordan algún nuevo caso. Y es que duele saber que una niña o un niño ha sido abusado, ensuciado, arrebatado, desgarrado…

Las estadísticas dicen que somos los hombres quienes más incidimos en la práctica de la pedofilia, y en un porcentaje más que considerable, los padres o adultos cercanos. Tiene su lógica.

Pudiéramos hablar de amor enfermo por lo virgen y lo inocente, un amor que lejos de dar, busca poseer, arrebatado por una lujuria febril la propia parte niña que jamás quedo colmada. Un amor que no es caricia, sino apretón. Que no  es abrazo, sino opresión. Que nos es beso, sino bexo. Que no es un te quiero, sino un te quiero utilizar…

Los padres autores, tanto los biológicos, como eclesiásticos requieren de una buena cura…de salud. Ambos utilizan el poder para imponer o seducir y  mancillar. Ambos están agujereados en lo hondo de su ser; ni tan siquiera reprimidos, sino más bien segregados de su ser, haciendo aguas en la parte de su sexo que manda en su corazón.

Meditación mientras paseo

 

Tenue sentimiento de cadencia mientras camino. La brisa susurra su melodía, mientras las gaviotas se dejan deslizar seguras en lo hondo de su volar.

Comprendo algo, pero no se qué es. La meditación. Olvido para recordar que el sentir es lo que me anuda a la vida, al latido de cuanto hay. Entonces siento que todo tiene su lugar, aunque nunca sea el mismo lugar.

Movimiento y vida en el transcurrir. Todo cambia , pero siempre esta la misma presencia cuando guardo silencio. Nada cambia pues, solo lo aparente.

Solo la forma, pero el susurro siempre está presente, ahondando en mi cuerpo un vacío de sosiego que me llega a la planta de los pies y me hace tocar lo común.

Violencia filioparental o filiomarental

No parece ser del todo cierta la idea de que la violencia filiomarental sea fruto del desvarío de los tiempos modernos. Muy en contra, los expertos apuntan a que el gran eco social de esta problemática, hoy en día, se debe más a los cambios en la legislación y a la extensa difusión del fenómeno en los medios de comunicación actuales.

Es posible que en el pasado, la culpabilidad, la falta de recursos de ayuda y una noción equivoca de la privacidad (“la ropa sucia hay que colgarla dentro de casa”), limitaran a las madres y padres a denunciar este tipo de altercados familiares.

Unos de los aspectos que más me ha llamado la atención de este tipo de violencia es su definición como filio-parental, cuando en realidad es un fenómeno filiomarental.

En este sentido, hay investigaciones recientes en la Comunidad Autónoma del País Vasco, que apuntan que entre el total de casos existentes, son los chicos quienes en un 80% se llevan la palma. ¿A quien se le escapa, dicho lo dicho, que nos hallamos ante una modalidad infanto-juvenil de maltrato de género? La única diferencia estribaría en el hecho conceptual de que la condición “sine quo non” para determinar un maltrato como de género, entre él y ella, tiene que haber una relación de pareja. Una vez más se constata que “lo que se come se cría”; aunque no siempre es así.

Por otro lado, se sabe que un porcentaje elevado de mujeres agredidas por sus hijos, se hallan en situación de monoparentalidad. Mujeres que posiblemente habiendo sido objeto de maltrato por parte de sus parejas, deciden reiniciar sus vidas en compañía de sus hijos, quienes acaban repitiendo el rol parental en ausencia de aquel. Todo ello, con el agravante de que estos chavales estarán, si cabe, “más desatendidos” por el hecho de que sus madres han de trabajar para “pagarles la vida”.

Parece ser que la manifestación de esta modalidad de violencia, se da en entornos familiares desligados, donde la circulación del afecto y la vivencia de un sentido de pertenencia son deficitarias, generando personalidades adolescentes escasamente autónomos, dependientes y con poca noción del ejercicio de la empatia.

Derechos de género

El debate sobre la prohibición del Burka en el norteño pueblo vecino, ha levantado polvareda suficiente como para que las afectadas lejos de querer desprenderse de esa su ya segunda piel facial, sigan apostando por su uso. Las defensoras y los muchos defensores, hablan de derechos humanos, cultura y ritos religiosos. Los detractores, sin embargo, de sometimiento a la mujer. Face to face: el debate esta servido. ¿Quién quiere opinar?

Empezaré diciendo que “las palabras todo lo sujetan” y que es relativamente fácil haciendo uso de la dialéctica sofista, apostar a favor o en contra de cualquier causa, usando argumentación igualmente vehemente, de forma alternativa. Este debate no es una excepción.

He decidido consultar con mis tripas haber lo que piensan, ya que habitualmente me destilan lo que mi mente quiere ocultarme por pudor.

Parece ser que el misterio esta en la belleza y ésta siempre se nos antoja femenina. Estoy de acuerdo con Claudio Naranjo cuando dice que el hombre es un ser de conquista y la mujer es más de cultivo y cosecha. ¡Por favor, no vean en esto una valoración sexista que invite a la diferencia, sino un insight sobre la pulsión de lo femenino y lo masculino! De hecho a mi me gusta pensar que la mayor conquista para el hombre de hoy, sería desarrolar su parte de cultivo y creación;…su parte femenina.

La mujer aprecia más el tiempo sostenido y cadente, pues está preparada para la crianza y el mecimiento. Se siente más plena en el tiempo horizontal y en el susurro presente, porque intuye que todo está aquí.

Por el contrario, el hombre busca conquistar, rebasar límites y pisar (a veces , aplastar) territorio virgen. Necesita llegar, escalar, porque algo le dice que su destino está en otro lugar y en un futuro; allí.

Ambas son visiones complementarias, como complementarios somos unas y otros, e iguales en nuestra naturaleza.

Nuestra patriarcal cultura occidental, generadora de dioses monoteístas y de nociones férreas de lo correcto y lo desviado, nos ha inoculado la idea de que la mujer es un objeto de tentación y de seducción, lejos de las visiones paganas y matriarcales en las que se tenía a la mujer como una corriente generadora de vida.

Derivado de esa mentalidad desviada, hoy en día las mass-media inundan las calles y la programación televisiva con anuncios sexistas que presentan a la mujer como un objeto de placer, como un mero reclamo publicitario. Es la mujer objeto, la mujer florero. Bebidas alcohólicas, champús, yogures, películas… todo se anuncia con unas piernas vertiginosas o un trasero apolíneo. ¿Acaso no es este un atentado contra los derechos humanos?

Por otro lado, en el contexto religioso, la mujer ha pasado de ser una posesión del padre a ser una posesión del esposo. Está noción exclusivista de la mujer como patrimonio mercantil del hombre, ha sido la causante de la instauración de ritos atávicos en torno a su vestimenta, que a día de hoy se quieren justificar como nacidos de corrientes culturales, cuando tienen muchos de aculturalidad y opresión auto-acostumbrada.

Sin ir más lejos, hace 30 años, las mujeres católicas, cuando entraban a los templos se tapaban la cabeza con una mantilla. No podían ir con tirantes y tenían que llevar por lo menos media manga. Las mujeres siempre han sido consideradas como una tentación y es por eso se les ha obligado a ir tapadas; para no provocar la lujuria de los hombres, según rezaba la tradición oral.

El caso del burka, lo veo similar pero en dosis más impactantes. Los hay de dos tipos: La primera es un tipo de velo que se ata a la cabeza y cubre la cara a excepción de una raja en los ojos para que la mujer pueda ver a través de ella. La otra es una prenda conocida como burka completo o burka afgano. Este fue impuesto por Habibulla (1901-1919) durante su mandato entre las mujeres de su numeroso harén, para evitar que la belleza del rostro de estas tentara a otros hombres.

En occidente a la mujer objeto se la desnuda; en otros hemisferios se la oculta. ¿No serán éstas dos caras de una misma moneda?

Mayoria de edad sanitaria

 

De todos es sabido que la legislación estatal fija la mayoría de edad en los 18 años. Pero esto no es así. Cierto es que los 18 años marcan la mayoría de edad penal, pero no así la mayoría de edad sanitaria, que junto con el derecho a la emancipación, están situados en la franja de los 16 años. Es a partir de aquí cuando empieza a tomar cuerpo y sentido lo que se ha venido a llamar la doctrina del menor maduro.

Este concepto, tan en boca de juristas, profesionales del mundo de lo social, sanitarios y confundidos padres y madres de chavalería adolescente, fue concebido en EE.UU. en los años 70, debido a las demandas cada vez más frecuentes, que los padres y madres de los adolescentes realizaban contra los médicos por asistir a sus hijos sin su consentimiento. Empezamos bien!

La base teórica se halla en el principio de que los derechos de personalidad y demás derechos civiles, pueden ser ejercitados por el individuo desde el mismo momento en que este es capaz de disfrutarlos, lo que puede suceder, y seguramente sucede bastante antes de los 18 años.

¿Y cuales son los susodichos derechos? Pues, como no puede ser de otra forma, son los derechos básicos inherentes a todo ser humano por el mero hecho de serlo, es decir: el derecho a determinar lo que cada uno desea hacer con su propia vida.

Imbuido como estaba yo en estas reflexiones, he encontrado una noticia que ni al pelo  Resulta que la Junta de Andalucía ha aprobado un decreto para limitar el acceso de los menores a la cirugía estética, el cual ha situado en la edad de 16 años el acceso a tales intervenciones –de entre las que destaca el aumento de mamas, tal y como se refiere-, previo examen psicológico e información posterior a los padres, de la decisión acordada.

Entiendo que lo del examen psicológico es por aquello de establecer si la persona menor de edad, tiene suficientes luces como para comprender y responsabilizarse de lo que conlleva la intervención en cuestión,  sea ésta la que sea.

Y dejemos de lado aquellas intervenciones necesarias, que dentro del ramo de la medicina estética también los hay (reconstrucción de malformaciones, tabique nasal que impide respirar adecuadamente o reconstrucción de cicatrices generadas previamente, de forma traumática o debidos a operación quirúrgica, etc).

Centrémonos en esas otras en las que el estado de necesidad de cambio físico, es más entendible como una mera consecuencia de la moda del momento.

¿Nos percatamos realmente de que el deseo de cambio estético no siempre responde a una finalidad de mejora, sino a un mero espejismo de que dicha mejora se dará, si se produce el cambio? ¿Nos damos de que “el cambio” para el sujeto adolescente es tan vital como succionar el pecho materno o el biberón, en su caso, para un bebe? ¿Nos damos cuenta de que la verdadera transformación para tu hijo/a adolescente vendrá de dentro para fuera y no a la inversa? ¿Sabes que un chico o una chica adolescentes, tienen que aprender a habitar su cuerpo; un cuerpo que está más vivo y cambiante que nunca? ¿Nos damos cuenta que el bisturí solo arregla transitoriamente su imagen ante el espejo…y digo transitoriamente y sé que sabes porqué lo digo; pero que no puede arreglar la calidad del encuentro con tu cuerpo, cuando cierras los ojos?

Yo digo que es importante respetar el cambio, porque nos hace crecer, pero creo que los políticos y juristas no saben de qué hablo. Quisiera pensar que tanto ¿avance? legislativo, no busca usurpar su lugar natural a la comunicación entre m/padres e hijas/os. Quisiera pensar que los avances van a la par; que no por otorgar mayores derechos a los menores, se restringen su ámbito de influencia a las madres y padres. Pero sospecho que el Gran Estado, puede acabar tutorizando la educación que podemos dar a nuestros vástagos, infantilizándonos por incapaces a los adultos.

Y es que cuando uno se entera que hay madres que celebran la mayoría de edad de sus hijas regalándoles una “operación de tetas”, acaba pensando que estamos demasiado intoxicados por la dictadura del culto al cuerpo de silicona.

Religión y Espiritualidad

 

Creer “en algo” nos une. Creer en “eso” o “aquello”, nos puede separar, aunque también nos sujeta cuando no hemos podido mirar de otro modo.

La espiritualidad es amiga de la experiencia de cada cual, de la curiosidad, del darse cuenta, del camino en silencio, del ruido que genero o me permito crear, de la expresión del movimiento y del percatarse de lo que va aconteciendo o del propio percatarse, también, y sobre todo.

La religiones son sistemas de creencias que bla, bla, bla…, pero decir cabe, que todas y cada una de ellas, fueron creadas (o eso quiero creer) por hombres y mujeres espirituales, que en algún momento del camino no pudieron resistirse al lucro de montárselo como un negocio, que vendiera “compasión”, “rectitud”, la otra mejilla” o lo que terciara o terciase, con tal de pasar a la historia con copyrith, desposeyendo por mal uso de su hondo valor a tales mensajes.

Muchos han hecho negocio con el miedo ajeno, creando purgatorios, infiernos y castigos; lugares todos en donde los susodichos cotizaban en bolsa. El poder les corrompió y perdieron el norte de su centro.

Así hemos sido depositarios de una educación humanística plagada de sentencias sobre lo correcto y lo reprobable.  Caminos buenos y otros equivocados o muy desacertados. Pontificar y pontificar. Así hemos recibido una cosmovisión que ha penetrado en nuestra raiz, que no en nuestra esencia: un corta y pega de lo bueno y lo malo…sin haberlo sentido en si, en mi, en ti, en cada uno/a.

Negada la experiencia. Negado lo natural. Negado lo que surge. Todo estaría dilucidado de ANTES, según los escritos, creencias, modas, intereses de un signo u otro.

En los extremos, Sodoma y Gomorra pudieron representar el retrato de una sociedad esclava de los sentidos. Pero asimismo, los fundamentalismos religiosos, a su vez, han sido y son el homónimo anverso de una cultura cegada por una supuesta noción de lo correcto, del mandamiento, del camino ÚNICO. Y yo pregunto: ¿donde queda el respeto a lo UNICO de cada cual?.

Las religiones monoteistas, especialmente, hace tiempo que bautizaron la noción de lo que hay venimos llamando GLOBALIZACIÓN…/..

Ser espiritual, no conlleva el vivir como un ermitaño. En los tiempos actuales, las urbes requieren de gente que se atreva a mirar mas allá de lo establecido, caduco, repetitivo y material. Hacen falta chamanes urbanos que trasmitan su onda expansiva como antídoto y movilicen sentimientos. Hay gente anónima que crea luz. Gente que cura y genera poso de camino. Ese es el reto, hoy por hoy. Caminar con atención en la cuerda floja y tocar al paso cuanto esta por despertar.

Amen

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