INTRODUCCIÓN
En este artículo quiero plantear algunas cuestiones sobre el hecho neurótico, desde un punto de vista más fenomenológico que academicista. Trataré de plasmar algunas reflexiones y aprendizajes que he ido incorporando, como paciente primero y como paciente y psicoterapeuta después; aún ahora.
El origen del término se encuentra a finales del siglo XVIII y se le atribuye al médico escoces William Cullen quien consideraba la neurosis como un trastorno general del sistema nervioso que no concurriera con lesiones orgánicas demostrables. Sin embargo, fue Sigmund Freud quien afínales del 1800 introdujo el concepto de psiconeurosis, al albor de sus trabajos sobre la histeria y las obsesiones. En adelante elaboró una clasificación de sumo interés (neurosis de angustia, fóbicas, histéricas, depresiva, etc), que hoy está en desuso, a no ser en ámbito psicoanalítico propiamente.
Dentro del apartado de los trastornos mentales, la neurosis como patología estructural dejó de tener su sitio en los manuales de psiquiatría a partir de la publicación del DSM-IV. En adelante, se hizo una apuesta clara por un ordenamiento categórico y ateórico de los trastornos mentales, bajo la principal guía de los síntomas, signos y síndromes.
Decíamos que este concepto goza de buena salud en el ámbito psicoanalítico y, por extensión diré que también entre quienes somos conocedores del aporte freudiano y hemos recibido formación suficientemente afín. Y cómo no!!…es de uso coloquial en situaciones sociales corrientes como sinónimo de estrés o alteración nerviosa, etc. Pero con todo ello ¿qué es la neurosis?
NEUROSIS: Una definición
En primera instancia, la neurosis es un cajón de sastre en el que entran diversas formas de vivir doliéndose. Tenemos al tiquis-mikis, que sufre por no poder consumar su deseo de perfección, siempre y en cada momento; está el receloso que ve el recodo del camino allá donde solo hay una amplia avenida, el melancólico que solo escucha canciones que mal-acaban, el narcisista que siempre pasa cerca de la tienda de espejos, a pesar de que es el camino más largo para llegar a casa, el distante solitario que dejó de hablar-te y comenzó a susurrar en silencio… y otras tantas formas de adaptación al entorno.
Todas y cada una de estas maneras y otras, con sus muchos matices de estar conviviendo con uno y con los demás, son el resultado de la biografía ecológica (orgánica, cognitiva, emocional, social…), en la que cada cual participa desde el momento en que es imaginado y más tarde concebido, hasta ese otro en el que muere. Diremos pues, que los ejemplos caricaturizados son formas adaptativas al medio y se caracterizan por patrones discursivos y emocionales cristalizados, ajenos a la consciencia del sujeto
Son simplemente, formas de estar en el mundo, formas surgidas en el devenir evolutivo echando mano de lo que se tuvo a mano. Pero no sólo son conductas; también son forma de pensar (distorsión cognitiva), sentir (sentimiento dominante) y relacionarse (pautas de interaccion). Es aquello con lo que me identifico, aquello que soy para mi y aquello que creo ofrecer a los demás.
No obstante, uno no se convierte en neurótico por pertenecer a una tribu psicopatológica (Albert Rams. “Clínica Gestaltica”. Ed: La Llave) u otra. Dichas tribus o tipologías, son meramente los trajes de individuo que unos y otras hemos ido calzándonos, habida cuenta de las circunstancias que hemos ido viviendo, en tanto hacíamos para ser vistos.
El hecho neurótico acontece de forma visible y dolorosa cuando el personaje que vestimos hace aguas. Me explico: cuando estresores internos (enfermedad, p.e) y/o externos (perdida de un ser querido, pérdida de empleo, soledad no deseada, p.e), imprimen excesivo peso de tensión, preocupación, desconcierto, miedo, etc, en el psiquismo de un sujeto, en relación a su nivel de tolerancia a tales aspectos; aquel estará en riesgo de caer en una crisis emocional. Es aquí y ahora cuando el sufrimiento emocional aparece, pudiendo así hallarnos ante una crisis neurótica.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS
Como primer principio diré que la neurosis es un proceso de inoculación o aprendizaje por ósmosis vincular. Como tal, supone constancia, dedicación y mantenimiento. Uno acaba siendo neurótico de una forma bastante exitosa al cumplir la programación pa/materno-filial que se le ha aplicado, a través de la palabra, del grito, el gesto o el silencio. La constancia en el reproche, la repetición en la desaprobación, la exigencia o la infravaloración en la mirada, la frialdad en el beso, la moralina sobre el “cómo debes de ser” y otras tantas formas de ¿educar?.
Ingerimos, sin llegar a masticar ni metabolizar, la neurosis de nuestros pa/madres y así somos educados a través de los “debes”, prudencias miedosas, exigencias desmedidas, ausencias dolorosas y demás modalidades de sombra de nuestras primeras figuras de apego.
En segundo lugar, la neurosis es una forma de estar en la vida, una solución de continuidad, para no continuar solo/as (o eso pensamos). Ser alguien, supone ser alguien para ese Otro, bajo cuya mirada crecemos y somos, buscando tras cada paso el gesto de aprobación o el asentimiento que nos reporte un soplo de alivio sutil. Siendo para el Otro, aprendemos a sentir, pensar y relacionarnos, con el propósito de ser querido por el o por ella. Ser para ese Otro, supone consumar un proceso de introyección de aspectos identificatorios o contraidentificatorios, en gran medida inconsciente, de patrones de conducta, nociones de bien y de mal, expectativas de vida y ¿elección? de nuestro destino, etc. En definitiva, desarrollar un guión de vida acorde a un legado ma/parental.
En tercer lugar, la neurosis es un cinturón de castidad, un corsé que nos penetra. Es ponernos los cuernos, es darnos la espalda. Ser para alguien, para dejar de ser para sí y en el fondo y más allá de las interferencias propias de cada sombra, también para ese Otro. La neurosis supone sufrir, porque limitamos nuestra potencialidad de Ser.
Supone haber sido educado, para tener un lugar en el sistema. Elegir un lugar que de haber podido elegir, nunca hubiéramos elegido. Es lo aprendido que se vuelve caduco. Es el programa fijo que aplicamos si o si, a las diferentes situaciones del día a día. Es la parte robotizada y automatizada, rígida por lo inflexible, con el que nos identificamos, diciéndonos “yo soy así, yo pienso así, yo siento así, yo me relaciono así…”.
Es importante aprender a Ser, aunque sea mejor descubrir quien somos, o mejor aún, como vamos siendo en tanto vamos ocurriendo.
Todo esto no choca con lo necesario de contar con datos administrativos (nombre, apellido, lugar de residencia, profesión, aficiones, etc.) a través de los cuales proyectar un rol y tener un punto de auto-reconocimiento con nuestra imagen, ante si y ante los demás. Pero cuidado en confundir “el corta y pega” de nuestro rol-imagen, con “eso otro” que somos (estamos siendo) y ante lo cual solo podemos aproximarnos retrotrayendo la mirada hacia dentro y hacia fuera, de forma pendular y atenta, en aras a ir asentándonos en el borde del ir-y-venir, para ir aprendiendo a mirar desde ahí,…que siempre será un aquí.
Estábamos pues en que lo aprendido cuando está revestido de automatismo y de repetición en ausencia del ejecutante, te aleja de ti, me aleja de mi. Si se funciona así, se pierde contacto con el potencial y con la necesidad. Digamos, más bien, que actuamos sin habitarnos, percibiendo nuestra “hacer-sentir-pensar-relacionarnos” como nuestra naturaleza, cuando en realidad, solo es nuestra máscara.
La toma de conciencia de la falta, de la herida, abre la posibilidad de iniciar un trabajo de redescubrimiento, un viaje expedicionario, que de porfiar en él, apostando por recorrerlo, te permite llegar a recuperar el contacto con la planta de tus pies, a sentir el latido de tu pecho y degustar más espacio dentro de tu piel. Puedes llegar a ser más orgánico y así transitar por la experiencia de Ser de una forma más atrevida y amorosa y no experimentada antes. Sigues incompleto, pero no duele tanto. Sigues deseante y ello te anima a buscar y cuestionarte. Te mueves porque nunca llegas, pero “haces camino al andar”. Si a lo largo de ese trayecto aprendes a ser testigo y partícipe del viaje de tu vida, tendrás momentos de libertad, podrás comprender “algo” no “visto” hasta ese instante. Si practicas la experiencia del percatarte y te planteas el reto de ser más participe de ti, estarás cada vez más ante lo que surge ¡ya!, sutil, “por lo bajinis…”, “casi inaudible, invisible, imperceptible…”.
Afinarás el diapasón. Sigues necesitado después de todo, pero puedes alcanzar cotas de bienestar de esa otra manera que solo se conoce cuando se llega. ¿Pero cómo iniciar el camino?
APOYANDO EL CAMBIO (para pacientes en terapia)
Diré que para iniciar el camino de revisión es necesario DESEAR. Es necesario querer hacerlo y para querer hacerlo, es necesario mascar polvo, estar mal y querer sobreponerse. Uno se plantea iniciar una terapia para arribar en un lugar mejor, quizás lograr una nueva posición interna ante si y ante el mundo.
En definitiva, podemos empezar la terapia con un deseo interno de acabar encontrando la fórmula para dejar de sufrir, sin comprender que un psicoterapeuta no es precisamente un anestesista, sino más bien alguien que te acompañará en el trayecto, tanto como tú le permitas que te acompañe (y no me refiero solo al tiempo cuantitativo) y junto con quien palparás estancias propias que han estado desconocidas, al haber vivido en la penumbra del miedo o la represión. En ese trayecto comprenderás muchos “porqués” tuyos.
Descubrirás las causas de tus habituales automatismos, tus redundantes diálogos internos, de tus spams molestos, de tus bajadas y subidas, de tus enganches habituales También aprenderás a convivir con el desconcierto y la aridez, a apreciar más lo pequeño, a ser curioso por la vida y las gentes. También aprenderás eso que yo no sé y tu llegaras a saber, porque eres TÛ quien recorre TÙ camino con el enfoque de TÙ mirar.
Si los humanos no tuviéramos capacidad de INSIGHT , la terapia carecería de objeto alguno, ya que en ella buscamos encontrar algo nuevo que aporte luz. Comprender es una de las finalidades de toda terapia. Comprender nos abre a la posibilidad de cambio. Comprender es un inestimable alimento en momentos-desierto, sin embargo, no es suficiente para asentar dicho cambio.
No basta solo con el darse cuenta. También hace falta sacar cuentas, asumir la tarea del cambio y generar mis propias respuestas ante “eso que he visto”. Alerta y responsabilidad. Los automatismos, funcionan con tenacidad y si desconectas (por apatía, por un modus vivendi agitado o por una actitud de huida ante el silencio, entre otras razones), te vuelven a revestir.
Aquí me atrevo a plantear una sugerencia de trabajo, siendo consciente de que no hay nada mejor que aquello que se ajuste a la cintura de cada cual. Por mi parte, entiendo que una forma de vérselas con el problema de la máscara neurótica, está en el propio problema. Me explico.
El hábito hace al monje.
Cabe pensar sobre esta cuestión de forma paradójica. El hábito-ropaje, viste al monje. En la misma medida, el hábito-ropaje penetra su significado en la desnuda piel, entrando a ser segunda piel, por hábito. Ósea: por repetición. Esta sería la primera parte de este camino: el repetir, hasta generar una segunda naturaleza o dicho con mas acierto: una sensación de familiaridad. Si me visto el habito, habitualmente ocurrirá. Georgio Nardote, proponía en una de sus conocidas estratagemas la siguiente prescripción: “si no tienes Fe, reza como si la tuvieras y la Fe llegara” (“El arte de la estratagema”. G. Nardote. Ed: Paidos).
Se trataría pues de la mirada. Vemos el mundo externo con las dioptrías propias de nuestro mundo interno y así, enfocamos aquello que sale de nuestros ojos. Aquí se trataría de que pudiéramos experimentar una mirada distinta. ¿Pero acaso así no estamos tratando de autoimponernos aquello que no nos surge de natural? ¿Se trataría de reír cuando estamos tristes o de llorar cuando estamos alegres? ¿Se trataría de creernos una mentira; de darnos la espalda (una vez más)? ¿Estamos hablando de adoctrinarnos? ¿Autosugestión quizás? ¿Psicología del YO?
No, no va por ahí. No hay sugestión, si hay conciencia del movimiento que se elige hacer. Y es aquí donde hago mención a la segunda parte de este camino que propongo: La elección consciente como respuesta.
Vamos a ilustrar el alcance y matiz de las ideas recogidas en este apartado, valiéndonos de un ejemplo médico habitual. Veamos:
“…Un paciente aquejado de una posible psoriasis consulta al médico en busca de una solución a su problema. El médico le manda hacer analíticas concretas para detectar posibles intolerancias a alimentos. A la postre, los resultados señalan una reacción de intolerancia a los carbohidratos…”
Bien, tras los resultados positivos ofrecidos por el test, el paciente sabe cuál es el camino a seguir para reequilibrar la salud de su piel: una dieta adecuada. Ahora la pelota está en su tejado. El darse cuenta o insight – salvando las distancias con un insight de cuño propio-; ósea la evidencia de que el positivo dado pueda ser la clave de sus problemas dérmicos, le coloca en la tesitura de tener que sacar cuentas y generar sus propias respuestas (responsabilizarse).
En este caso y yo creo que en todos, la apuesta por la mejoría supone honestidad con uno mismo, capacidad de auto-perdón (porque tenemos derecho a caer) y constancia en la tarea. El entrenamiento se convertirá en natural si nos habituamos a él y somos autores del gesto. Si no lo olvidamos, si lo ensayamos, en tanto estamos presentes en el ensayar. Esto lo saben bien los maestros del taichi y/o de la meditación. Se trata de forjar una sabia autodisciplina consciente, que no una autoexigencia descalificadora. También se trata de mirada en esta cuestión.
Decía también Rudolf Nureyev: “…puedo disfrutar del arte del danzar, una vez domine la maquina de expresión ósea: mi cuerpo” (“El País” Nov-1998). Algo similar, aunque en otras palabras, se le atribuye al pintor malagueño Pablo Picasso. Dicen que una periodista le interpeló al respecto de su inspiración. Este, con la mirada clavada en su interlocutora zanjo: “la inspiración siempre me pilla trabajando” Claro que él disfrutaba con lo que hacia; aunque yo diría que “acaba gustando aquello que se hace propio “(“La sexualidad”. Michel Meignan. Ed: Sirio).
Elijamos el camino. Paradójicamente, muy a menudo, el mejor nunca es el más fácil. Exploremos en él y hagámoslo propio con presencia, porque la infelicidad también es un habito que ha tomado cuerpo de tanto haberlo repetido, generando en nosotros la falsa experiencia de que siempre ha estado ahí. También es un logro ser infeliz, ya que logro es aquello que se ha conseguido.
Consigamos lo contrario, por alerta-elección-integración-alerta. Quizás así, podamos experimentar sin esperar tanto del exterior.