Dr. Luis de Rivera
Psiquiatra y Psicoanalista. Consultor Jefe de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz y director del Instituto de Psicoterapia de Madrid.
Para tomar posesión de la propia vida primero hay que darse cuenta de que uno tiene vida, y la vida, como la nariz, solo se nota cuando duele. Por eso tienes que aceptar el dolor, no porque te guste, sino porque, a veces, parece ser lo único que tienes. No es el dolor lo que importa, sino el hecho de que es tuyo. Tu eres el que lo produces, cierto que sin querer y sin darte cuenta, pero eso no cambia nada.
El dolor más útil es el que sirve de señal, avisa que algo nos está haciendo daño. Pon el dedo en una llama y entenderás enseguida a que me refiero. Quita el dedo, y da gracias a tu dolor. No sufres el síndrome de Riley, incapacidad para sentir dolor, horrible enfermedad que conduce pronto a la muerte por lesiones de lo más tonto, como olvidarse de respirar porque al afectado no le molesta la asfixia.
Un maestro Zen decía que había que desear la Iluminación con la misma intensidad con que se desea el aire cuando uno está sumergido bajo el agua. La iluminación es, simplemente, ver las cosas como son, y entonces el mal y el dolor desaparecen, por lo menos el mal y el dolor inútiles, que son, con mucha diferencia, los más frecuentes.
El segundo tipo de dolor viene por la atención sesgada: Un detalle doloroso nos absorbe de tal manera que se nos escapa toda la bendición que le rodea. A una niña caprichosa le acaban de regalar un coche reluciente y precioso. Cuando se acerca con sus nuevas llaves, ve una cagada de paloma justo en medio del parabrisas. Si está iluminada, sonreirá con ternura hacia la pobre paloma que no tiene nada mejor que hacer y disfrutara de un delicioso paseo. Puede que antes limpie la cagada, puede que no, después de todo no es un detalle tan importante. Pero ya dije que era un niña caprichosa, lo cual significa que le gusta apegarse a detalles sin tener en cuenta el contexto. Así que dará un grito de dolor, mirará al cielo, maldecirá a las palomas y se dirá a si misma cosas tales como “¿Por qué me tiene que ocurrir ésto a mí?” “Ya me han chafado el día” “Que mala suerte tengo”
Las reacciones pre-programadas tratan todos los dolores igual, como si todos fueran la señal de algo muy importante, vital, que requiere atención e intervención inmediata. Por eso, en la percepción ordinaria, la vida duele un montón.
Te voy a pedir un favor: Mira fijamente a la niña caprichosa a los ojos y dile : ¿Que prefieres, el coche o la cagada de paloma?