Tranquilizantes, somníferos y farmacodependencia de la vida cotidiana

¿De qué se trata cuando hablamos de la farmacodependencia de la vida cotidiana?

El consumo de hipnosedantes ha aumentado en los últimos años y el porcentaje de personas que los han tomado en 2011 se sitúa en el 11,4 %, datos que avalan lo que los expertos llaman la farmacodependencia de la vida cotidiana, que nos lleva a acudir a estas sustancias ante hechos como una ruptura sentimental.

Según la última Encuesta sobre Alcohol y Drogas EDADES 2011-2012, el número de personas que consumen drogas en el Estado Español ha bajado en todas las sustancias, salvo el caso de los hipnosedantes –somníferos, tranquilizantes o sedantes– que ha pasado del 5,1 por ciento en 2005 al 11,4 por ciento en 2011.

Este aumento se debe al creciente uso de estas sustancias “de forma legal”, con receta médica, aunque también a un mayor consumo de sedantes de forma no pautada por personas que se automedican.

Estos medicamentos se usan para tratar síntomas como la ansiedad, la irritabilidad o el trastorno del sueño. Son síntomas que pueden aparecer en distintos trastornos psiquiátricos o en situaciones estresantes, por problemas de adaptación a distintas circunstancias de la vida. Situaciones como la pérdida de una persona querida o de un trabajo provocan tristeza y ansiedad, síntomas que hace años se consideraban normales y que en los últimos tiempos provocan una mayor demanda de fármacos para mitigarlos.

En opinión de muchos expertos, detrás de esta tendencia a la fármaco-dependencia, estarían las grandes firmas farmaceúticas que tratan de que “cualquier cosa” se convierta en trastorno mental para dar el pastillazo. Tambien cabe pensar que el consumo de fármacos se se ha incrementado debido a diferentes consecuencias de la crisis económica como el desempleo, la incertidumbre ante el futuro, la preocupación por la posible pérdida de trabajo o la sobrecarga laboral.

Se trata de trastornos adaptativos como estados de ansiedad y depresión que presentan síntomas como insomnio, palpitaciones, desasosiego, mareos o dolor, que merman la funcionalidad diaria y por tanto la calidad de vida.

Lo cierto es que este tipo de fármacos pueden ser muy útiles si se toman durante un tiempo generalmente corto para controlar síntomas que pueden ocasionar mucho sufrimiento, pero no son la solución a esos problemas. Estos fármacos deben de tomarse durante el menor tiempo posible y si es posible de forma puntual, ya que tomados durante algunos meses generan dependencia y la necesidad de tomar dosis cada vez más altas para conseguir el mismo efecto.

Hay que tener presente que la ansiedad se produce por falta de adaptación al medio y eso una pastilla no lo resuelve.

Fármacos para los nervios

Muchos estudios científicos vienen cuestionado la eficacia de los antidepresivos afirmando que en muchos pacientes sólo tienen un efecto placebo. No hay certeza de que la depresión y la ansiedad sean consecuencia de un desequilibrio químico del cerebro y no es razonable afirmar que los medicamentos sean el tratamiento más eficaz para estos trastornos.

Las últimas investigaciones indican que la psicoterapia, y no las pastillas, debería ser el tratamiento de elección para la depresión y la ansiedad, tanto a corto como a largo plazo. Bien es cierto, que los psicofármacos pueden resultar útiles, e incluso imprescindibles para personas que sufren depresión o ansiedad graves pero han de combinarse con la psicoterapia para conseguir los mejores efectos.

En base a mi experiencia profesional, entiendo que los psicofármacos puede ser más o menos adecuados en determinadas situación en particular. Pero no debería sustituir a la psicoterapia, siempre que sea posible hacerla. De lo contrario, puede suceder que la persona se habitúe a lo que es más sencillo, tomar una pastilla y, con ello, obtener un tratamiento paliativo que evite trabajar o profundizar en el origen del problema con lo cual la patología puede hacerse crónica y/o seguir un curso oscilante, apareciendo y desapareciendo (en intervalos de meses o años) en función del nivel de estrés de la persona, etc.

Muchas veces, esto se da por falta de información: la persona cree que es la única manera posible de mejora que tiene, una falacia que, a menudo, es divulgada por los laboratorios farmacéuticos ya que, no lo olvidemos, existe un importante negocio en ésto. A título de ejemplo, las estadísticas indican que desde el lanzamiento dansiolíticose los antidepresivos en EEUU en 1.988, aproximadamente unos 40 millones de personas han recurrido al Prozac. Por otro lado, el consumo de antidepresivos se ha triplicado en España en tan sólo 10 años y en comunidades como el País Vasco el consumo crece cada año un 10%, con lo que de continuar este patrón de crecimiento se podría duplicar su consumo dentro de 10 años. Los especialistas calculan que para 2020 la prescripción de  será la segunda causa del gasto sanitario español.

El principal problema radica, al parecer, en que los laboratorios, por lo general, sólo publican aquellos estudios que favorecen su eficacia y esconden los datos que no la avalan. Es por ello que el National Institute for Health and Clinical Excellence, del Reino Unido, recomienda a los facultativos que intenten otros métodos antes de prescribir esos fármacos.

Otras veces es el coste de una psicoterapia – no sólo en dinero sino también en tiempo y en esfuerzo personal- lo que echa para atrás al paciente, y más en esos tiempos de crisis.  No obstante, hoy en día la psicoterapia ha evolucionado y ya no se suelen requerir tratamientos largos y prolongados como antes sino que pueden conseguirse los mismos resultados, o mejores, en períodos de tiempo más breves.

Asimismo es posible que la persona desconfíe de los psicólogos por haber tenido una mala experiencia terapéutica anterior. Esto puede ser debido a problemas de comunicación o rapport entre el terapeuta y el paciente. También hay que señalar que no todas las psicoterapias tienen el mismo nivel de eficacia y que es importante encontrar el tratamiento más adecuado para cada caso. No olvidemos que la psicoterapia es un proyecto de colaboración mutua entre terapeuta y paciente, en el que cada uno debe dar lo mejor de sí para llevarlo a buen puerto.

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