De todos es sabido que la legislación estatal fija la mayoría de edad en los 18 años. Pero esto no es así. Cierto es que los 18 años marcan la mayoría de edad penal, pero no así la mayoría de edad sanitaria, que junto con el derecho a la emancipación, están situados en la franja de los 16 años. Es a partir de aquí cuando empieza a tomar cuerpo y sentido lo que se ha venido a llamar la doctrina del menor maduro.
Este concepto, tan en boca de juristas, profesionales del mundo de lo social, sanitarios y confundidos padres y madres de chavalería adolescente, fue concebido en EE.UU. en los años 70, debido a las demandas cada vez más frecuentes, que los padres y madres de los adolescentes realizaban contra los médicos por asistir a sus hijos sin su consentimiento. Empezamos bien!
La base teórica se halla en el principio de que los derechos de personalidad y demás derechos civiles, pueden ser ejercitados por el individuo desde el mismo momento en que este es capaz de disfrutarlos, lo que puede suceder, y seguramente sucede bastante antes de los 18 años.
¿Y cuales son los susodichos derechos? Pues, como no puede ser de otra forma, son los derechos básicos inherentes a todo ser humano por el mero hecho de serlo, es decir: el derecho a determinar lo que cada uno desea hacer con su propia vida.
Imbuido como estaba yo en estas reflexiones, he encontrado una noticia que ni al pelo Resulta que la Junta de Andalucía ha aprobado un decreto para limitar el acceso de los menores a la cirugía estética, el cual ha situado en la edad de 16 años el acceso a tales intervenciones –de entre las que destaca el aumento de mamas, tal y como se refiere-, previo examen psicológico e información posterior a los padres, de la decisión acordada.
Entiendo que lo del examen psicológico es por aquello de establecer si la persona menor de edad, tiene suficientes luces como para comprender y responsabilizarse de lo que conlleva la intervención en cuestión, sea ésta la que sea.
Y dejemos de lado aquellas intervenciones necesarias, que dentro del ramo de la medicina estética también los hay (reconstrucción de malformaciones, tabique nasal que impide respirar adecuadamente o reconstrucción de cicatrices generadas previamente, de forma traumática o debidos a operación quirúrgica, etc).
Centrémonos en esas otras en las que el estado de necesidad de cambio físico, es más entendible como una mera consecuencia de la moda del momento.
¿Nos percatamos realmente de que el deseo de cambio estético no siempre responde a una finalidad de mejora, sino a un mero espejismo de que dicha mejora se dará, si se produce el cambio? ¿Nos damos de que “el cambio” para el sujeto adolescente es tan vital como succionar el pecho materno o el biberón, en su caso, para un bebe? ¿Nos damos cuenta de que la verdadera transformación para tu hijo/a adolescente vendrá de dentro para fuera y no a la inversa? ¿Sabes que un chico o una chica adolescentes, tienen que aprender a habitar su cuerpo; un cuerpo que está más vivo y cambiante que nunca? ¿Nos damos cuenta que el bisturí solo arregla transitoriamente su imagen ante el espejo…y digo transitoriamente y sé que sabes porqué lo digo; pero que no puede arreglar la calidad del encuentro con tu cuerpo, cuando cierras los ojos?
Yo digo que es importante respetar el cambio, porque nos hace crecer, pero creo que los políticos y juristas no saben de qué hablo. Quisiera pensar que tanto ¿avance? legislativo, no busca usurpar su lugar natural a la comunicación entre m/padres e hijas/os. Quisiera pensar que los avances van a la par; que no por otorgar mayores derechos a los menores, se restringen su ámbito de influencia a las madres y padres. Pero sospecho que el Gran Estado, puede acabar tutorizando la educación que podemos dar a nuestros vástagos, infantilizándonos por incapaces a los adultos.
Y es que cuando uno se entera que hay madres que celebran la mayoría de edad de sus hijas regalándoles una “operación de tetas”, acaba pensando que estamos demasiado intoxicados por la dictadura del culto al cuerpo de silicona.